miércoles, 22 de junio de 2011

La leyenda del dragón y el ave fénix.

Leyendas de China. Leyendas del mundo.

La leyenda del dragon y el ave fenix

Cuando todavía las aguas no estaban controladas y los ríos en su desborde arrasaban los campos, la diosa madre procreó benéficos descendientes que terminaron ordenando ese caos diluvial.

Trabajando en el control de los ríos, de los lagos, del mar y de las nubes, los brillantes dragones navegaron por las aguas y el cielo. Con zarpas de tigre y garras de águila, rasgaban con estruendo las cortinas de lo alto que chispeando ante el descomunal embate dejaban en libertad a las lluvias.

Ellos dieron cauce a los ríos, contención a los lagos y profundidad a los mares. Hicieron cavernas de las que brotaba el agua y por conductos subterráneos las llevaron muy lejos para que surgieran de pronto, sin que el asalto abrasador del sol las detuviera.

Trazaron las líneas que se ven en las montañas para que la energía de la tierra fluyera, equilibrando la salud de ese cuerpo gigantesco. Y muy frecuentemente tuvieron que luchar con las obstrucciones que provocaban los dioses y los hombres ocupados en sus irresponsables afanes.

De sus fauces brotaba como un humo la niebla, vivificante y húmeda, creadora de mundos irreales. Con sus escamosos cuerpos serpentinos cortaban las tempestades y dividían los tifones. Con sus poderosos cuernos; con sus afilados dientes, ningún obstáculo era suficiente, ningún enredo podía permanecer.

Y gustaban de aparecerse a los mortales. A veces en los sueños, a veces en las grutas, a veces en el borde de los lagos, porque en éstos solían tener sus escondidas moradas de cristal en las que bellos jardines se ornaban con frutos destellantes y con las piedras más preciosas.

El Long inmortal, el dragón celeste, siempre puso su actividad (su Yang) al servicio del Tao y el Tao lo reconoció permitiéndole estar en todas las cosas, desde lo más grande a lo más pequeño, desde el gran universo hasta la partícula insignificante. Todo ha vivido gracias al Long. Nada ha permanecido inmutable salvo el Tao innombrable, porque aún el Tao nombrable muda y se transforma gracias a la actividad del Long. Y ni aún los que creen en el Cielo y el Infierno pueden asegurar su permanencia.

Pero el Long ama al Feng, al ave Fénix que concentra el germen de las cosas, que contrae aquello que el Long estira. Y cuando el Long y el Feng se equilibran el Tao resplandece como una perla bañada en la luz más pura.

No lucha el Long con el Feng porque se aman, se buscan haciendo resplandecer la perla. Por ello, el sabio arregla su vida conforme al equilibrio entre el Dragón y el Fénix que son las imágenes de los sagrados principios del Yang y el Ying.

El sabio se emplaza en el lugar vacío buscando el equilibrio. El sabio comprende que la no-acción genera la acción y que la acción genera la no-acción. Que el corazón de los vivientes y las aguas del mar, que el día y la noche, que el invierno y el verano, se suceden en el ritmo que para ellos marca el Tao.

Al fin de esta edad, cuando el universo haya llegado a su gran estiramiento, volverá a contraerse como piedra que cae. Todo, hasta el tiempo, se invertirá volviendo al principio. El Dragón y el Fénix se reencontrarán. El Yang y el Ying se compenetrarán, y será tan grande su atracción que absorberán todo en el germen vacío del Tao. El cielo es alto, la tierra es baja; con esto están determinados lo creativo y lo receptivo… con esto se revelan los cambios y las transformaciones.

Pero nadie puede saber realmente cómo han sido ni cómo serán las cosas, y si alguien lo supiera no podría explicarlo.
El que sabe que no sabe es el más grande; el que pretende que sabe pero no sabe, tiene la mente enferma. El que reconoce la mente enferma como que está enferma, no tiene la mente enferma. El sabio no tiene la mente enferma porque reconoce a la mente enferma como la mente enferma.

martes, 14 de junio de 2011

EL PLANTADOR DE DATILES



En un oasis escondido entre los más lejanos paisajes del desierto, se encontraba el viejo Elihau de rodillas, a un costado de algunas palmeras datileras.

Su vecino Hakim, el acaudalado mercader, se detuvo en el oasis a abrevar sus camellos y vio a Elihau transpirando, mientras parecía cavar en la arena.

— ¿Qué tal anciano? La paz sea contigo.

— Contigo –contestó Elihau sin dejar su tarea.— ¿Qué haces aquí, con esta temperatura, y esa pala en las manos?— Siembro –contestó el viejo.

— ¿Qué siembras aquí, Elihau?— Dátiles –respondió Elihau mientras señalaba a su alrededor el palmar.— ¡Dátiles! –repitió el recién llegado, y cerró los ojos como

quien escucha la mayor estupidez comprensivamente

—. El calor te ha dañado el cerebro, querido amigo. Ven, deja esa tarea y

vamos a la tienda a beber una copa de licor.— No, debo terminar la siembra. Luego si quieres, beberemos...— Dime, amigo: ¿cuántos años tienes?— No sé... sesenta, setenta, ochenta, no sé... lo he olvidado... pero eso ¿qué importa?

— Mira, amigo, los datileros tardan más de cincuenta años en crecer y después de ser palmeras adultas están en condiciones de dar frutos. Yo no estoy deseándote el mal y lo sabes, ojalá vivas hasta los ciento un años, pero tú sabes que difícilmente puedas llegar a cosechar algo de lo que hoy siembras. Deja eso y ven conmigo.

— Mira, Hakim, yo comí los dátiles que otro sembró, otro que tampoco soñó con probar estos dátiles. Yo siembro hoy, para que otros puedan comer mañana los dátiles que hoy planto... y aunque sólo fuera en honor de aquel desconocido,vale la pena terminar mi tarea.

— Me has dado una gran lección, Elihau, déjame que te pague con una bolsa de monedas esta enseñanza que hoy me has dado –

y diciendo esto, Hakim le puso en la mano al viejo una bolsa de cuero.

— Te agradezco tus monedas, amigo. Ya ves, a veces pasa esto: tú me pronosticabas que no llegaría a cosechar lo que sembrara. Parecía cierto, y sin embargo, mira, todavía no termino de sembrar y ya coseché una bolsa de monedas y la gratitud de un amigo.

— Tu sabiduría me asombra, anciano. Esta es la segunda gran lección que me das hoy y es quizás más importante que la primera. Déjame pues que pague también esta lección con otra bolsa de monedas.

— Y a veces pasa esto – siguió el anciano y extendió la mano mirando las dos bolsas de monedas —: sembré para no cosechar y antes determinar de sembrar ya coseché no sólo una, sino dos veces.

— Ya basta, viejo, no sigas hablando. Si sigues enseñándome cosas tengo miedo de que no me alcance toda mi fortuna para pagarte...

sábado, 4 de junio de 2011

EL ECO...


Un hijo y su padre estaban caminando en las montañas. De repente, el hijo se cayó, se lastimó y gritó: – ¡ ¡ ¡ AAAhhhhhhhhhhhhhhh ! ! !”.

Para su sorpresa, oyó una voz repitiendo, en algún lugar en la montaña: – “¡¡¡ AAAhhhhhhhhhhhhhhh !!!”


Con curiosidad, el niño grito: – “¿ Quién eres tú?”

Recibió de respuesta: – “¿Quién eres tú?”

Enojado con la respuesta, grito: – “¡ Cobarde !”

Recibió de respuesta: – “¡ Cobarde !”

Miró a su padre y le preguntó: – “¿Qué sucede?”

El padre sonrió y dijo: – “Hijo mío, presta atención”. Entonces el padre gritó a la montaña: – “¡ Te admiro !”

La voz respondió: – “¡ Te admiro !”

De nuevo el hombre gritó: “¡ Eres un campeón !”

La voz respondió: – “¡ Eres un campeón !”

El niño estaba asombrado, pero no entendía. Luego el padre explicó:

- “La gente lo llama ECO, pero en realidad es la VIDA…Te devuelve todo lo que dices o haces… Nuestra vida es simplemente reflejo de nuestras acciones. La vida te dará de regreso exactamente aquello que tú le has dado.”

Encontrado en el "Blog Mis Cuentos favoritos".