sábado, 1 de diciembre de 2012

Miguel

Miguel


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Miguel era un niño un tanto extraño. O al menos eso pensaban los demás niños, y así le miraban cuando, sin mucho sentido, corría entre los tablones de madera que delimitaban el arenal, y con los que más de una vez chocaba, caía de culo y
tras quedar un tanto desconcertado, sacudía la cabeza intentando comprender que es lo que había pasado, se levantaba, y volvía a correr de un lado para otro aparentemente descontrolado.
Miguel era bajito, delgado y moreno, nada fuera de lo común, a no ser por las gruesísimas gafas graduadas de velo blanco que dibujaban, a su través, unos enormes ojos marrones y, por gracias del destino, uno de ellos con una clara predisposición a un estrabismo galopante; por lo cual, nunca se sabía si Miguel te estaba escuchando o, en cualquier momento, volvería a salir corriendo sin control y -seguramente- chocando contra el primer obstáculo que encontrara en su camino.

Miguel había nacido muy sano, notablemente chillón nada más respirar, tras la palmada en el trasero de la comadrona, y extraordinariamente inquieto, algo que ya se había temido su madre, pues apenas la había dejado tranquila un momento desde el mismo instante en que Miguel -el feto- dispuso de extremidades lo suficientemente bien formadas para empezar a extrañar, a propios y extraños, con su innata afición, ya intrauterina, a la carrera descontrolada.
Nada más remarcable, a parte de una tremenda miopía a la que el pediatra, sin mucha fortuna, no había dado más importancia, tranquilizando a los padres informándoles de que, en unos meses, el propio cerebro de Miguel corregiría.

Pero no fue así.

Al cerebro de Miguel le encantaba su miopía y, desde pequeño, miraba las cosas de un modo diferente; así, donde sus compañeros de clase veían a Galateo -el labrador blanco del profesor Matías, que este solía llevar al parque a pasear- Miguel veía un enorme dragón albino con muchas ganas de bronca.


Aclaración del autor respecto a la palabra “culo” en el cuento:
Aunque la palabra en cuestión puede tener diferentes significados dentro de un texto, y que puede ser más o menos ofensiva según el país de habla hispana; esta palabra se ha usado en este cuento en su sentido más inocente y sin ningún significado peyorativo. Estos serían algunos ejemplos al uso:
  • […]con dragones y princesas y castillos encantados, el que no levante el culo se le quedará pegado.
  • […]La jirafa se tiró por el tobogán y se cayó de culo y se fue rodando, rodando hasta llegar a una caja.[…] URL: www.doredin.mec.es/documentos/01820082003324.pdf

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