domingo, 27 de octubre de 2013

María y el plan maestro

María y el plan maestro

Un día, mientras María paseaba junto a su madre le preguntó:
—¿Por qué todo el mundo camina tan serio por la calle?
A lo que su madre, sin dudarlo un instante, le contesto:
—Sólo esperan que alguien les dé una gran sonrisa para poder devolvérsela. Si quieres, puedes intentarlo —Añadió.
María se quedó pensativa durante un rato y  urdió lo que a partir de entonces sería su gran

plan maestro: “Conseguiré que todo el mundo camine por la calle con una gran sonrisa en la boca.
Y su primer objetivo sería la señora Paula. Todo un reto.
La señora Paula tenía ochenta y un años. Vivía en una pequeña casita camino de la casa de María y nunca la visitaba nadie. Se la podía encontrar siempre a la entrada, sentada en una vieja silla de enea, pelando cebollas, patatas o en algún otro quehacer. Siempre permanecía muy seria y rara vez devolvía la mirada.
El primer día del comienzo de su plan maestro María bajó a pasear con su madre, caminaba visiblemente emocionada, ansiosa por llegar a casa de la señora Paula. Tirando del brazo de su madre, llegaron prácticamente corriendo hasta la casa de la anciana. La encontraron sentada a la entrada, pelando granadas y tan seria como de costumbre. María se colocó delante de ella, se atusó un poco el pelo y le dedico su más amplia sonrisa, esperando que le devolviese el gesto, pero la señora Paula simplemente levanto la mirada, la miro algo extrañada y continuo pelando sus granadas.
María se quedo algo desconcertada: —¿Qué había pasado? ¡El ardid no había funcionado! —se exclamaba —. No importa —pensó —, seguiré intentándolo hasta que mi plan maestro surta efecto.
Así, día si, día también, María se plantaba delante de la señora Paula y le dedicaba su más amplia sonrisa. A lo qué, día a día, la señora Paula le iba devolviendo cada vez una mirada más amable y una sonrisa más amplia. Al cabo de tan sólo unos pocos días, el plan maestro de María había funcionado. La señora Paula esperaba cada día la llegada de María con una amable sonrisa en la boca.
Era sólo el comienzo.

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Imagen por: Silberschuh (Michaela Steininger). http://www.rgbstock.com/user/Silberschuh