martes, 7 de febrero de 2012

LA NUBE Y LA DUNA



Una joven nube nació en medio de una gran tempestad en el mar Mediterráneo. Pero casi no tuvo tiempo de crecer allí, pues un fuerte viento empujó a todas las nubes en dirección a África.
No bien llegaron al continente, el clima cambió: un sol generoso brillaba en el cielo y abajo se extendía la arena dorada del desierto del Sáhara. El viento siguió empujándolas en dirección a los bosques del sur, ya que en el desierto casi no llueve.
Entretanto la nuestra decidió desgarrarse de sus padres y de sus más viejos amigos para conocer el mundo.
-¿Qué estás haciendo? -protestó el viento-¡El desierto es todo igual! ¡Regresa a la formación y vámonos hasta el centro de África, donde existen montañas y árboles deslumbrantes!
Pero la joven nube, rebelde por Naturaleza, no obedeció. Poco a poco fue bajando de altitud hasta conseguir planear en una brisa suave, generosa, cerca delas arenas doradas. Después de pasear mucho, se dió cuenta de que una de las dunas le estaba sonriendo.
Vió que ella también era joven, recién formada por el viento que acababa de pasar. Y al momento se enamoró de su cabellera dorada.
-Buenos días -dijo-. ¿Cómo se vive allá abajo?
-Tengo la compañía de las otras dunas, del sol, del viento y de las caravanas que de vez en cuando pasan por aquí. A veces hace mucho calor, pero se puede aguantar. ¿Y cómo se vive allí arriba?
-También existen el viento y el sol, pero la ventaja es que puedo pasear por el cielo y conocer muchas cosas.
-Para mí la vida es corta -dijo la duna-. Cuando el viento vuelva de las selvas, desapareceré.
-¿Y esto te entristece?
-Me da la impresión de que no sirvo para nada.
-Yo también siento lo mismo. En cuanto pase un viento nuevo, iré hacia el sur y me transformaré en lluvia. Mientras tanto, este es mi destino.
La duna vaciló un poco, pero terminó diciendo:
-¿Sabes que aquí en el desierto decimos que la lluvia es el Paraíso?
-No sabía que podía transformarme en algo tan importante -dijo la nube, orgullosa.
-Ya escuché varias leyendas contadas por viejas dunas. Ellas dicen que, después de la lluvia, quedamos cubiertas por hierbas y flores. Pero yo nunca sabré lo que es eso, porque en el desierto es muy dificil que llueva.
Ahora fue la nube la que vaciló. Pero enseguida volvió a abrir su amplia sonrisa:
-Si quieres, puedo cubrirte de lluvia. Aunque acabo de llegar, me he enamorado de ti y me gustaría quedarme aquí para siempre.
-Cuando te ví por primera vez en el cielo también me enamoré -dijo la duna-. Pero si tú transformas tu linda cabellera blanca en lluvia, terminarás muriendo.
-El amor nunca muere -dijo la nube-. Se transforma. Y yo quiero mostrarte el Paraíso.
Y comenzó a acariciar a la duna con pequeñas gotas.
Así permanecieron juntas mucho tiempo hasta que apareció un arco iris.
Al día siguiente, la pequeña duna estaba cubierta de flores. Otras nubes que pasaban en dirección a África pensaban que allí estaba la parte del bosque que estaban buscando y soltaban más lluvia. Veinte años después, la duna se había transformado en un oasis, que refrescaba a los viajeros con la sombra de sus árboles.
Todo porque, un día, una nube enamorada no había tenido miedo de dar su vida por amor. Paulo Coelho

martes, 24 de enero de 2012

LA BOMBA DE AGUA



Cuentan que un hombre estaba perdido en el desierto, a punto de morir de sed.

Él llegó a una casita vieja -una cabaña que se desmoronaba- sin ventanas, sin techo, golpeada por el tiempo.

El hombre deambuló por allí y encontró una pequeña sombra donde se acomodó, huyendo del calor del sol desértico.
Mirando alrededor, vio una bomba a algunos metros de distancia, muy vieja y oxidada.

Se arrastró hasta allí, agarró la manija, y empezó a bombear sin parar.

Nada ocurrió. Desanimado, cayó postrado hacia atrás y notó que al lado de la bomba había una botella. La miró, la limpió, removiendo la suciedad y el polvo, y leyó el siguiente mensaje:

Primero necesitas preparar la bomba con toda el agua de esta botella, mi amigo
PD.: Haz el favor de llenar la botella otra vez antes de partir.
El hombre arrancó la rosca de la botella y, de hecho, tenía agua.

¡La botella estaba casi llena de agua! De repente, él se vio en un dilema:

Si bebía el agua podría sobrevivir, pero si volcase el agua en la vieja bomba oxidada, quizá obtuviera agua fresca, bien fría, allí en el fondo del pozo, todo el agua que quisiera y podría llenar la botella para la próxima persona; pero quizá eso no salga bien.
¿Qué debería hacer? ¿Volcar el agua en la vieja bomba y esperar el agua fresca y fría o beber el agua vieja y salvar su vida?
¿Debería perder todo el agua que tenía en la esperanza de aquellas instrucciones poco confiables, escritas no se sabía cuando?
Con temor, el hombre volcó todo el agua en la bomba. Enseguida, agarró la manija y empezó a bombear; y la bomba empezó a chillar. ¡Y nada ocurrió! Y la bomba chilló y chilló.

Entonces surgió un hilito de agua; después un pequeño flujo, ¡y finalmente el agua salió con abundancia! La bomba vieja y oxidada hizo salir mucha, pero mucha agua fresca y cristalina. Él llenó la botella y
bebió de ella hasta hartarse. La llenó otra vez para el próximo que por allí podría pasar, la enroscó y agregó una pequeña nota al billete preso en ella: ¡Créeme, funciona! ¡Necesitas dar todo el agua antes de poder obtenerla otra vez!

Podemos aprender cosas importantes a partir de esa breve historia:

Ningún esfuerzo que hagas será valido, si lo haces de la manera equivocada.

¡Aprende a mirar adelante y comparte! Aquel hombre podría haberse hartado y olvidarse de que otras personas que necesitasen del agua pudiesen pasar por allí. Él no se olvidó de llenar la botella y todavía supo dar una palabra de incentivo. Preocúpate con quien está cercano a ti, recuerda: sólo podrás obtener agua si la das antes. Cultiva tus relaciones, ¡y da siempre lo mejor de ti!

martes, 17 de enero de 2012

CUENTOS QUE CURAN


Dicen que una vez, en un país cercano, acudió a un hospital un niño muy preocupado.

“¿Y por qué estás aquí?” Preguntó el doctor “¿Puedo hacer algo por ti?”

“¡Estoy seguro que sí!” contestó el niño con gran frenesí.

“Pues ¿qué puedo hacer?, cuál es el problema debo yo saber”.

"No he escuchado un cuento, en ningún momento".

“Es imposible cariño” dijo el doctor al niño

“No he escuchado ni un cuento, juro que no miento”.


“¿De príncipes enamorados o sapos encantados?”

El niño callaba, nada contestaba.

“¿De bellas princesas o hadas traviesas?”

El niño callaba, nada contestaba.


“Para este malestar, no se bien que recetar”

Mirando al doctor muy fijo, el niño muy fuerte dijo:

“Se que además de doctor, es Ud. Un gran lector”

“¡Pues vaya tienes razón, ya encontré la solución!”


“¡Este es un problema grave, enfermera tráigame la llave!”

La enfermera presurosa, le dio la llave maravillosa

Con un poco de temor, miró el niño al doctor

“¿Tiene una llave que cura, como lo hace una vacuna?”


“¿Y qué debería hacer, como remedio beber?”

“¡Pero qué idea tan loca! Haremos ya otra cosa

Pasaremos una puerta que dejaremos abierta”

“¿La sala de operaciones? Tengo miedos a montones”

“Se trata de otro lugar, que también te va a curar"


Mi biblioteca abriré y sus libros te prestaré”

“Leerás hasta cansarte, y así lograré curarte

Pondré a tu disposición, mi valiosa colección”.


El niño entró de su mano y quedó maravillado

El mundo de la lectura, muchos malestares cura

Y el niño así fue feliz, sin comer ni una perdiz

Y colorín colorado, el pequeño fue curado.
Liana Castello

martes, 10 de enero de 2012

LECCIÓN DE VIDA...LAS CUATRO ESTACIONES


Había un hombre que tenía cuatro hijos. El buscaba que ellos aprendieran a no juzgar las cosas tan rápidamente; entonces el envió a cada uno por turnos a ver un árbol de peras que estaba a una gran distancia.


El primer hijo fué en el Invierno, el segundo en Primavera, el tercero en Verano y el hijo más joven en el Otoño.
Cuando todos ellos habían ido y regresado, él los llamo y juntos les pidió que describieran lo que habían visto.
El primer hijo mencionó que el árbol era horrible, doblado y retorcido.
El segundo dijo que no, que estaba cubierto con brotes verdes y lleno de promesas.
El tercer hijo no estuvo de acuerdo, él dijo que estaba cargado de flores, que tenía un aroma muy dulce y se veía muy hermoso, era la cosa más llena de gracia que jamás había visto.
El último de los hijos no estuvo de acuerdo con ninguno de ellos, el dijo que estaba maduro y marchitándose de tanto fruto, lleno de vida y satisfacción.
Entonces el hombre les explicó a sus hijos que todos tenían la razón, por que ellos solo habían visto una de las estaciones de la vida del árbol.
El les dijo a todos que no deben de juzgar a un árbol, o a una persona, por solo ver una de sus temporadas, y que la esencia de lo que son, el placer, regocijo y amor que viene con la vida puede ser solo medida al final, cuando todas las estaciones han pasado.
Si tú te das por vencido en el invierno, habrás perdido la promesa de la primavera, la belleza del verano y la satisfacción del otoño.
No dejes que el dolor de alguna estación destruya la dicha del resto. No juzgues la vida por una sola estación difícil.
Persevera a través de las dificultades y malas rachas. mejores tiempos seguramente vienen por delante.