El Molino de café. Escritor norteamericano.
Versión en español de The coffee mill
Había una vez un niño llamado Jonathan que vivía cerca de un viejo molino de café, todas las tardes después que Jonathan regresaba de la escuela, su mamá le mandaba a recoger frutas de las plantas que crecían en el bosque para preparar sus dulces confitados. Pero a veces Jonathan le mentía diciéndole que estaba enfermo para no hacerle el favor. Una tarde, cuando Jonathan recogía en su cesta unos duraznos sintió que alguien lo llamaba, al voltear él pudo ver que detrás de un árbol, escondido tras el tronco se encontraba un niño que usaba una vestimenta extraña, llevaba zapatos de punta larga y una bata de color marrón, y en su cabeza de orejas puntiagudas tenía un sombrerillo con plumas a un lado. Jonathan se asustó y salió corriendo, pero al correr sintió que el niño detrás del árbol lo llamaba y le decía, Jonathan, regresa, no te haré daño, quiero hablar contigo porque voy a hacerte un regalo. Jonathan escuchó lo que le gritó el niño y dejó de correr, el otro niño se acercó a él y le dijo. No te miento, tengo un regalo para ti, pero no podré dártelo hoy. Si lo quieres tendrás que ir mañana al molino de café y allí me encontraras. El niño salió corriendo y volvió a esconderse detrás de la planta, cuando Jonathan lo persiguió y buscó detrás del tronco allí no había nada.
Al día siguiente Jonathan se levantó temprano y acudió a su escuela, como lo hacía todos los días, pero no podía quitarse de su pensamiento el regalo prometido. Al regresar al mediodía a su hogar su madre lo envió a buscar las frutas para hacer sus dulces confitados que vendía en su casa.
Jonathan tienes que ir a buscar las frutas al bosque, pero debes tener mucho cuidado con el duende mentiroso.
-¿Con el duende mentiroso? -preguntó Jonathan-
-Sí, con el duende mentiroso, es un niño que vive en el bosque, usa zapatos de punta larga, una bata marrón y sus orejas son puntiagudas, nadie le cree lo que dice porque es un mentiroso.
Jonathan se quedó impávido sin dura era el niño que él había visto el día anterior, sin embargo no le dijo nada a su madre, porque si le decía entonces no obtendría el regalo que ese niño le había ofrecido. Jonathan comió, tomó una ducha tibia y salió al bosque con su cesta para recoger las frutas que su madre vendía. Pero al estar ya recogiendo las frutas pensó en el regalo que aquel niño debía darle y con prisa salió corriendo hacia el abandonado molino de café que se encontraba a lo lejos, Jonathan corría con la cesta en la mano y al llegar al destartalado silo de café no encontró a nadie. Merodeó por los alrededores pero no vio al extraño niño que había hablado con él la tarde de ayer.
Cuando Jonathan estaba listo para partir escuchó la voz del extraño muchacho que le gritaba desde arriba del molino.
-¡Jonathan no te vayas!, ¡Espera que tengo que darte tu regalo!. Jonathan ansioso esperó mientras el otro niño bajaba las destartaladas escaleras del viejo trapiche.
Al llegar a él tenía algo en la mano.
-¿Que llevas en la mano? -le preguntó Jonathan al niño-
-Es tu regalo - le contestó él- abre la mano y te lo daré
Jonathan abrió su mano derecha y el niño colocó en esta un grano viejo de café.
Jonathan se tornó molesto
-Pensé que era un regalo de verdad -gritó- me has engañado, tienen razón las personas al llamarte el Duende mentiroso -insultó Jonathan enfadado por lo que le había hecho el niño.
-No es mentira dijo el duendecillo con ganas de llorar, porque le había pegado mucho el insulto de Jonathan lo que te he dado es un regalo de verdad, porque ese grano de café no es un grano de café común y corriente es un grano mágico de café.
-No te creo -reiteró Jonathan listo para retirarse de vuelta a recoger sus frutas.
El duendecillo se tornó aun más triste y comenzó a llorar -tienes que creerme, un hada me convirtió en el duende mentiroso porque al principio decía muchas mentiras y ahora nadie me cree, pero me dieron una segunda oportunidad para enmendar mis errores y diez personas tienen que creerme para volver a ser lo que era antes, para recuperar mi aspecto de niño normal y tú eres el ultimo que falta en la lista de los que me han creído para que se rompa el encanto de duende y vuelva a ser un niño normal -dijo con lagrimas en los ojos-
Jonathan se acercó a él, no quería ver sufriendo al duendecillo y decidió darle una segunda oportunidad. quieres explicarme eso -le preguntó Jonathan
-El hada regresará a quitarme el hechizo solo si diez personas vuelven a creerme y tu eres la numero diez, me tienes que ayudar para volver a ser un niño común -le dijo llorando-
-¿y que debo hacer? -preguntó Jonathan-
-Si me crees el grano de café se volverá oro y no solo se volverá oro ese que tienes en la mano sino que también serás dueño de un puñado de café que tengo escondido en el molino.
Jonathan se asombró por la historia y acompañó al duende que lo llevó dentro del viejo molino donde todavía tenía un recipiente lleno de granos de café
Cuando llegaron al centro del molino el duende le mostró a Jonathan el recipiente con los granos de café y le dijo.
-Ahora piensa que todo lo que te estoy diciendo es verdad y el grano de café que tienes en la mano se convertirá en oro.
Jonathan le creyó de corazón, empuñó con fuerza el grano de café y al abrir la mano la semilla amarilla brillaba como el sol en su palma -es cierto dijo Jonathan asombrado-
En ese momento la imagen de un hada bella y rubia que alumbraba el recinto apareció en el aire y con su mano tocó la cabeza del niño que hasta ahora usaba vestimentas extrañas. El duende cambió inmediatamente de aspecto, su sombrero desapareció y volvió a ser un niño normal con ropas comunes ante los ojos asombrados de Jonathan.
Antes de marcharse el hada le dijo -no volverás a mentir y veras que cada palabra que digas de ahora en adelante brillará como el oro por la verdad que tienen dentro igual como se convirtieron las semillas secas de café y desapareció en el aire.
El niño estaba muy contento, tomó la olla con semillas de café que ahora eran pepitas brillantes de oro y se lo regaló a Jonathan le dio las gracias por haberle creído y salió corriendo, gritando que era nuevamente un niño normal como había sido antes de convertirse en un duende mentiroso.
Jonathan regresó a su casa con la convicción de que jamás mentiría de nuevo, corrió con la olla de pepitas de oro y la dio a su madre, quien la usó para montar el puesto de frutas confitadas mas bello y colorido de todo el pueblo.
Fin
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