Aprender a leer. Cuentos para niños. Cuentos para pensar.
Cuando Vitorxu se levantó esa mañana lo primero que hizo fue asomarse a la ventana, el sueño se le fue de golpe, loco de contento bajó las escaleras y salió al jardín disparado, esa noche había llovido y allí estaba él, preparado para estrenar todos aquellos maravillosos charcos.
Llevaba un buen rato saltando y salpicando cuando su madre asomó la nariz fuera y quedó con la boca abierta al ver el espectáculo que tenía ante sus ojos. Vitorxu saltó como una rana, pero esta vez hacia casa asustado por los gritos de su horrorizada madre y no era para menos, el despistado de su hijo había estado saltando en los charcos en pijama y con las zapatillas de casa.
Lo había pasado tan bien que no le importó ni aguantar la regañina, ni el baño que le dieron, ni los restregones para sacarle todo el barro de las orejas. Al fin todo volvía a ser normal, Vitorxu limpio y esta vez preparado con sus botas de agua se disponía a ir al colegio acompañado de su padre, con lo cual no había posibilidad de saltos extras camino de clase.
Mientras tanto, las zapatillas se quedaron secándose en una de las ventanas, estaban casi secas cuando una ráfaga de viento empujó una de las zapatillas que ahora rodaba por el suelo de la calle y allí quedó tirada en un rinconcito.
Se hizo de noche y toda la familia estaba de vuelta en casa:
- Vamos Vitorxu, a cenar- dijo la mamá
- Es que no encuentro mis zapatillas- gruñó el niño desde debajo de su cama
Entonces su madre recordó que las había lavado y fue a buscarlas a la ventana, como os podéis imaginar solo quedaba una, buscaron por todas partes, pues a Vitorxu le encantaban aquellas zapatillas de cuadros rojas, pero no la encontraron y acabaron comprando otras, que aunque eran nuevas, tenían la cabeza de un ratón y hasta orejas, no eran sus queridas zapatillas; aún guardaba la otra debajo de la cama.
Llegó el fin de semana y el niño estaba muy contento porque su prima Paula iba a venir a jugar a casa aquella tarde. Puntual sonó el timbre y allí esta la niña con su perro Rantamplán, Vitorxu miró al perro y no podía creerlo:
- ¿Que tiene tu perro en la boca?– preguntó ansioso
- A eso, lo encontró por ahí y lo lleva a todas partes, es asqueroso- dijo Paula
- No es asqueroso, es MI ZAPATILLA- Dijo loco de alegría
Les costó que Rantamplán la soltara, tuvieron que darle las nuevas y flamantes zapatillas de ratón para convencerle. Ahora Vitorxu lleva de nuevo sus zapatillas de cuadros rojas, una de ellas esta algo mordisqueada, pero no importa, eso era porque su vieja zapatilla había vivido una gran aventura para volver a casa.
Natalia Montero Moncuende
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