martes, 28 de febrero de 2012

Abandonado, el perro de color melón.



Abandonado vivía en la calle. Lo echaron de su casa por ser de color melón.

-"¿Porque no seré de color blanco?"
Se preguntó la primera noche que pasó en la calle.

A Abandonado los coches siempre querían atropellarlo. Abandonado pensaba que era por ser de color melón.

-"¿Por qué no seré de color marrón?" Se preguntaba ya a salvo en la acera.

A Abandonado nadie le daba de comer. -"Seguro que es porque soy de color melón. "¿Por qué no seré de color negro?"
Pensaba frente a las cafeterías.

A Abandonado nadie lo acariciaba. -"¡Es porque soy de color melón!
¿Por qué no seré de color gris?" Se decía delante de las casas más bonitas.

Y así era su vida hasta que un día conoció en un parque a Tomás, un niño de cinco años.
Tomás le dijo: -"Hola ¿no tienes amigos? ¿estás solito?"
Abandonado no contestó pues era la primera vez que alguien le dirigía la palabra y pensó:
-"¿Pero es que no ve que soy de color melón?"

Tomás llamó a sus padres. La mamá de Tomás era muy dulce y le ató un pañuelo al cuello.
Los cuatro cruzaron las calles con cuidado para llegar a casa de Tomás.
Los coches se paraban para cederles el paso.

Ya en casa, Tomás le puso a Abandonado un tazón con agua fresca,
mientras su papá le preparaba una comida calentita y su mamá ponía
una mullida manta de cuadros en el suelo para que Abandonado se acostara.

Abandonado se bebió el agua, comió toda su cena y se tumbó en la manta.
-"¿No se dan cuenta de que soy de color melón?" Pensaba mientras se dormía.

Abandonado estaba tan a gusto que soñó por primera vez.
En su sueño tenía una casa caliente, los coches se paraban para que él pasara,
todos los días le daban de comer y siempre lo acariciaban...
¡a pesar de ser de color melón! Qué sueño tan bonito.

Cuando Abandonado despertó, el papá de Tomás le dijo:
-"¡Buenos días Meloncete, eres todo un dormilón!"
Después fue al salón donde la mamá de Tomás sonrió:
-"¡Pero bueno Meloncín ya estás despierto!"
Tomás apareció corriendo, se abalanzó sobre él y lo abrazó:
-"¡Vamos a jugar Meloncito!"

Abandonado no se lo podía creer:
"¡Pero bueno si no les importa que sea de color melón!" Era tan feliz.

Y así acaba la historia del perro de color melón que jamás volvió a llamarse Abandonado,
y sí Meloncete, Meloncín y Meloncito.

martes, 21 de febrero de 2012

El león y las hormigas


Un día el león hizo que se reunieran todos los animales de la sabana, del bosque y de la montaña. Cuando todos llegaron ante él, el pregonero se subió a un árbol y gritó la proclama:

- “Orden del Rey León. Todos los animales, de todo género, especie y tamaño, deben reconocer al león como rey, rindiéndole obediencia. Quien se niegue será castigado”.

Se escuchó un gran murmullo en la asamblea de los animales; después una vocecita se alzó protestando. Era el portavoz de las hormigas guerreras:

- “Nosotras no aceptamos. En nuestra tribu, nuestros antepasados nos dieron una reina y nosotros sólo obedecemos sus órdenes”.

El león, con un rugido desafiante, respondió:

- “Tendréis vuestro castigo”.

Todos se dispersaron, los hijos del león salieron de caza, cogieron un jabalí, lo escondieron tras unas ramas y fueron a llamar al rey. Las hormigas se reunieron desde los cuatro puntos cardinales y en un momento cubrieron la sabana. Se preparaban para la gran batalla.

En un momento se comieron el jabalí, dejándole sólo los huesos. Mientras tanto el sol había desaparecido tras el horizonte. Llegó el león, majestuoso, con su familia. Entonces el ejército de hormigas entró en acción.

De la hierba y de las hojas llovieron sobre los leones, treparon por sus patas mordiendo con fuerza. Los leones rugían de dolor, se tiraban sobre la hierba para frotarse, intentaron escapar, pero no podían luchar en la oscuridad contra el enemigo omnipresente.

A la mañana siguiente un buitre, pasando en vuelo rasante, vio esparcidos los esqueletos desnudos de la familia de aquel que había querido imponerse como rey absoluto de los animales. Y continuando su camino solitario pensó que los poderosos no deberían nunca despreciar la fuerza de los pequeños cuando se unen.

Fábula del pueblo bantú

martes, 14 de febrero de 2012

La flor de la honestidad


Se cuenta que allá por el año 250 a.C., en la China antigua, un príncipe de la región norte del país estaba por ser coronado emperador, pero de acuerdo con la ley, él debía casarse.

Sabiendo esto, él decidió hacer una competencia entre las muchachas de la corte para ver quién sería digna de su propuesta. Al día siguiente, el príncipe anunció que recibiría en una celebración especial a todas las pretendientes y lanzaría un desafío.

Una anciana que servía en el palacio hacía muchos años, escuchó los comentarios sobre los preparativos. Sintió una leve tristeza porque sabía que su joven hija tenía un sentimiento profundo de amor por el príncipe. Al llegar a la casa y contar los hechos a la joven, se asombró al saber que ella quería ir a la celebración y sin poder creerlo le preguntó:

- "¿Hija mía, que vas a hacer allá? Todas las muchachas más bellas y ricas de la corte estarán allí. Sácate esa idea insensata de la cabeza. Sé que debes estar sufriendo, pero no hagas que el sufrimiento se vuelva locura."

Y la hija respondió:

- "No, querida madre, no estoy sufriendo y tampoco estoy loca. Yo sé que jamás seré escogida, pero es mi oportunidad de estar por lo menos por algunos momentos cerca del príncipe. Esto me hará feliz."

Por la noche la joven llegó al palacio. Allí estaban todas las muchachas más bellas, con las más bellas ropas, con las más bellas joyas y con las más determinadas intenciones. Entonces, finalmente, el príncipe anunció el desafío:

- "Daré a cada una de ustedes una semilla. Aquella que me traiga la flor más bella dentro de seis meses será escogida por mí, esposa y futura emperatriz de China."

La propuesta del príncipe seguía las tradiciones de aquel pueblo, que valoraba mucho la especialidad de cultivar algo, sean: costumbres, amistades, relaciones...

El tiempo pasó y la dulce joven, como no tenía mucha habilidad en las artes de la jardinería, cuidaba con mucha paciencia y ternura de su semilla, pues sabía que si la belleza de la flor surgía como su amor, no tendría que preocuparse con el resultado. Pasaron tres meses y nada brotó. La joven intentó todos los métodos que conocía pero nada había nacido. Día tras día veía más lejos su sueño, pero su amor era más profundo.

Por fin, pasaron los seis meses y nada había brotado. Consciente de su esfuerzo y dedicación, la muchacha le comunicó a su madre que sin importar las circunstancias ella regresaría al palacio en la fecha y hora acordadas sólo para estar cerca del príncipe por unos momentos.

En la hora señalada estaba allí, con su vaso vacío. Todas las otras pretendientes tenían una flor, cada una más bella que la otra, de las más variadas formas y colores. Ella estaba admirada. Nunca había visto una escena tan bella.

Finalmente llegó el momento esperado y el príncipe observó a cada una de las pretendientes con mucho cuidado y atención. Después de pasar por todas, una a una, anunció su resultado. Aquella bella joven sería su futura esposa.

Todos los presentes tuvieron las más inesperadas reacciones. Nadie entendía por qué él había escogido justamente a aquella que no había cultivado nada.

Entonces, con calma el príncipe explicó:

- "Esta fue la única que cultivó la flor que la hizo digna de convertirse en emperatriz: LA FLOR DE LA HONESTIDAD. Todas las semillas que entregué eran estériles."

martes, 7 de febrero de 2012

LA NUBE Y LA DUNA



Una joven nube nació en medio de una gran tempestad en el mar Mediterráneo. Pero casi no tuvo tiempo de crecer allí, pues un fuerte viento empujó a todas las nubes en dirección a África.
No bien llegaron al continente, el clima cambió: un sol generoso brillaba en el cielo y abajo se extendía la arena dorada del desierto del Sáhara. El viento siguió empujándolas en dirección a los bosques del sur, ya que en el desierto casi no llueve.
Entretanto la nuestra decidió desgarrarse de sus padres y de sus más viejos amigos para conocer el mundo.
-¿Qué estás haciendo? -protestó el viento-¡El desierto es todo igual! ¡Regresa a la formación y vámonos hasta el centro de África, donde existen montañas y árboles deslumbrantes!
Pero la joven nube, rebelde por Naturaleza, no obedeció. Poco a poco fue bajando de altitud hasta conseguir planear en una brisa suave, generosa, cerca delas arenas doradas. Después de pasear mucho, se dió cuenta de que una de las dunas le estaba sonriendo.
Vió que ella también era joven, recién formada por el viento que acababa de pasar. Y al momento se enamoró de su cabellera dorada.
-Buenos días -dijo-. ¿Cómo se vive allá abajo?
-Tengo la compañía de las otras dunas, del sol, del viento y de las caravanas que de vez en cuando pasan por aquí. A veces hace mucho calor, pero se puede aguantar. ¿Y cómo se vive allí arriba?
-También existen el viento y el sol, pero la ventaja es que puedo pasear por el cielo y conocer muchas cosas.
-Para mí la vida es corta -dijo la duna-. Cuando el viento vuelva de las selvas, desapareceré.
-¿Y esto te entristece?
-Me da la impresión de que no sirvo para nada.
-Yo también siento lo mismo. En cuanto pase un viento nuevo, iré hacia el sur y me transformaré en lluvia. Mientras tanto, este es mi destino.
La duna vaciló un poco, pero terminó diciendo:
-¿Sabes que aquí en el desierto decimos que la lluvia es el Paraíso?
-No sabía que podía transformarme en algo tan importante -dijo la nube, orgullosa.
-Ya escuché varias leyendas contadas por viejas dunas. Ellas dicen que, después de la lluvia, quedamos cubiertas por hierbas y flores. Pero yo nunca sabré lo que es eso, porque en el desierto es muy dificil que llueva.
Ahora fue la nube la que vaciló. Pero enseguida volvió a abrir su amplia sonrisa:
-Si quieres, puedo cubrirte de lluvia. Aunque acabo de llegar, me he enamorado de ti y me gustaría quedarme aquí para siempre.
-Cuando te ví por primera vez en el cielo también me enamoré -dijo la duna-. Pero si tú transformas tu linda cabellera blanca en lluvia, terminarás muriendo.
-El amor nunca muere -dijo la nube-. Se transforma. Y yo quiero mostrarte el Paraíso.
Y comenzó a acariciar a la duna con pequeñas gotas.
Así permanecieron juntas mucho tiempo hasta que apareció un arco iris.
Al día siguiente, la pequeña duna estaba cubierta de flores. Otras nubes que pasaban en dirección a África pensaban que allí estaba la parte del bosque que estaban buscando y soltaban más lluvia. Veinte años después, la duna se había transformado en un oasis, que refrescaba a los viajeros con la sombra de sus árboles.
Todo porque, un día, una nube enamorada no había tenido miedo de dar su vida por amor. Paulo Coelho