sábado, 1 de diciembre de 2012

Miguel

Miguel


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Miguel era un niño un tanto extraño. O al menos eso pensaban los demás niños, y así le miraban cuando, sin mucho sentido, corría entre los tablones de madera que delimitaban el arenal, y con los que más de una vez chocaba, caía de culo y
tras quedar un tanto desconcertado, sacudía la cabeza intentando comprender que es lo que había pasado, se levantaba, y volvía a correr de un lado para otro aparentemente descontrolado.
Miguel era bajito, delgado y moreno, nada fuera de lo común, a no ser por las gruesísimas gafas graduadas de velo blanco que dibujaban, a su través, unos enormes ojos marrones y, por gracias del destino, uno de ellos con una clara predisposición a un estrabismo galopante; por lo cual, nunca se sabía si Miguel te estaba escuchando o, en cualquier momento, volvería a salir corriendo sin control y -seguramente- chocando contra el primer obstáculo que encontrara en su camino.

Miguel había nacido muy sano, notablemente chillón nada más respirar, tras la palmada en el trasero de la comadrona, y extraordinariamente inquieto, algo que ya se había temido su madre, pues apenas la había dejado tranquila un momento desde el mismo instante en que Miguel -el feto- dispuso de extremidades lo suficientemente bien formadas para empezar a extrañar, a propios y extraños, con su innata afición, ya intrauterina, a la carrera descontrolada.
Nada más remarcable, a parte de una tremenda miopía a la que el pediatra, sin mucha fortuna, no había dado más importancia, tranquilizando a los padres informándoles de que, en unos meses, el propio cerebro de Miguel corregiría.

Pero no fue así.

Al cerebro de Miguel le encantaba su miopía y, desde pequeño, miraba las cosas de un modo diferente; así, donde sus compañeros de clase veían a Galateo -el labrador blanco del profesor Matías, que este solía llevar al parque a pasear- Miguel veía un enorme dragón albino con muchas ganas de bronca.


Aclaración del autor respecto a la palabra “culo” en el cuento:
Aunque la palabra en cuestión puede tener diferentes significados dentro de un texto, y que puede ser más o menos ofensiva según el país de habla hispana; esta palabra se ha usado en este cuento en su sentido más inocente y sin ningún significado peyorativo. Estos serían algunos ejemplos al uso:
  • […]con dragones y princesas y castillos encantados, el que no levante el culo se le quedará pegado.
  • […]La jirafa se tiró por el tobogán y se cayó de culo y se fue rodando, rodando hasta llegar a una caja.[…] URL: www.doredin.mec.es/documentos/01820082003324.pdf

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Miguel por cuentos-cortos.deegroove.com bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.
 
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domingo, 25 de noviembre de 2012

María y el Caracol


María y el Caracol


Encontrado en :  web cuentos-cortos.deegroove.com.

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(para Bixi)
cuentos Maria y el Caracol

María salía por las noches para conversar con su amiga. Aunque más que conversar, María la escuchaba mientras ella le contaba cosas del pasado, cosas del presente, cosas del futuro.¡Su amiga sabía tanto!.
—Es una de las ventajas de ser eterna; desde tu punto de vista, claro —Se burlaba un poco de María mientras la miraba con dulzura. Pero María no rechistaba y solo podía mirarla embobada. Era tan bonita, era tan perfecta.
María encontró a su amiga en una de las muchas noches en que salía de expedición por los campos que rodeaban la casa. Esa noche, María estaba en cuclillas mirando como un caracol cruzaba el camino. Pensaba en lo valiente que era el caracol y lo esforzado que se le veía arrastrando su casita. Le daban ganas de cogerlo y dejarlo al otro lado.
 —Tal vez así te ayude un poco a llegar a tu destino —Pensaba toda seria.
Estaba muy concentrada pensando si era lícito o no ayudar al caracol. Si debía prestarle un poco de ayuda llevándole al otro lado del camino.
—Para mi no es ningún esfuerzo —Se decía— Pero… ¿Debes ser tu el único merecedor de todo el esfuerzo? Entonces no debería ayudarte —Se replicaba María a si misma.
Y mientras se debatía ante el dilema oyó una voz sobre su cabeza que le dijo:
—¿Por qué no le preguntas al caracol?
María ni siquiera se giró, la sentencia era tan evidente. Esa era la respuesta. Simplemente genial: “Preguntarle al caracol”.
María se levantó, rodeo al caracol y volvió a ponerse en cuclillas; esta vez frente a él.
—Caracol —le dijo— ¿Quieres que te lleve al otro lado del camino?
El caracol detuvo su lenta marcha y apuntando a María con sus dos ojos levantó y bajó un par de veces su cabeza en un gesto claramente afirmativo. María entonces cogió al caracol por la concha, lo puso sobre la palma de su mano y con mucho cuidado lo llevo al otro lado del camino para que, tan valiente y esforzado como antes, retomase su camino.

 
 
María y el Caracol@ por Daniel Fuentes bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.
 
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jueves, 22 de noviembre de 2012

El gusano y la flor


Había una vez un gusano que se había enamorado de una flor.
Era por supuesto, un amor imposible, pero el animalito no quería seducirla ni hacerla su pareja. Ni siquiera quería hablarle de amor. Él solamente soñaba con llegar hasta ella, y darle un beso. Un solo beso.

Cada día, y cada tarde, el gusano miraba a su amada, cada vez más alta, cada vez más lejos. Cada noche soñaba que, finalmente, llegaba a ella y la besaba.

Un día, el animalito decidió que no podía seguir soñando cada noche con la flor y no hacer nada para cumplir su sueño. Así que, valientemente, avisó a sus amigos, los escarabajos, las hormigas y las lombrices, que treparía por el tallo para besar a la flor.

Todos coincidieron en que estaba loco, y la mayoría intentó disuadirlo, pero no hizo caso. El gusano llegó arrastrándose hasta la base del tallo y comenzó la escalada.

Trepó toda la mañana y toda la tarde, pero cuando el sol se ocultó, sus músculos estaban exhaustos.

- "Pasaré la noche agarrado del tallo, y mañana seguiré subiendo. Estoy más cerca que ayer", pensó, aunque sólo había avanzado diez centímetros y la flor estaba a más de un metro y medio de altura.

Sin embargo, lo peor fue que, mientras el gusano dormía, su cuerpo viscoso y húmedo resbaló por el tallo, y por la mañana el gusano amaneció donde había comenzado un día antes.

Miró hacia arriba y pensó que debía redoblar los esfuerzos durante el día y aferrarse mejor durante la noche. De nada sirvieron las buenas intenciones. Cada día, el gusano trepaba, y cada noche, resbalaba otra vez hasta el piso. Sin embargo, cada noche, mientras descendía sin saberlo, seguía soñando con un beso deseado.

Sus amigos le pidieron que renunciara a su sueño, o que soñara otra cosa, pero el gusano sostuvo, con razón, que no podía cambiar lo que soñaba cuando dormía, y que si renunciaba a sus sueños, dejaría de ser quien era.

Todo siguió igual durante días, hasta que una noche que el gusano soñó tan intensamente con su flor, que sus sueños se transformaron en alas... y a la mañana el gusano despertó mariposa, desplegó las alas, voló a la flor... y la besó.

lunes, 15 de octubre de 2012

El portero del prostíbulo.


Este cuento trata sobre un hombre común. Ese hombre era el portero de un prostíbulo.
No había en aquel pueblo un oficio peor conceptuado y peor pagado que el de portero del prostíbulo... Pero ¿qué otra cosa podría hacer aquel hombre?

De hecho, nunca había aprendido a leer ni a escribir, no tenía ninguna otra actividad ni oficio. En realidad, era su puesto porque su padre había sido el portero de ese prostíbulo y también antes, el padre de su padre. Durante décadas, el prostíbulo se pasaba de padres a hijos y la portería se pasaba de padres a hijos.Un día, el viejo propietario murió y se hizo cargo del prostíbulo un joven con inquietudes, creativo y emprendedor. El joven decidió modernizar el negocio.

Modificó las habitaciones y después citó al personal para darle nuevas instrucciones.

Al portero, le dijo:

- "A partir de hoy, usted, además de estar en la puerta, me va a preparar una planilla semanal. Allí anotará usted la cantidad de parejas que entran día por día. A una de cada cinco, le preguntará cómo fueron atendidas y qué corregirían del lugar. Y una vez por semana, me presentará esa planilla con los comentarios que usted crea convenientes."

El hombre tembló, nunca le había faltado disposición al trabajo pero...

- "Me encantaría satisfacerlo, señor", balbuceó. "Pero yo... yo no sé leer ni escribir."

- "¡Ah! ¡Cuánto lo siento! Como usted comprenderá, yo no puedo pagar a otra persona para que haga estoy y tampoco puedo esperar hasta que usted aprenda a escribir, por lo tanto..."

- "Pero señor, usted no me puede despedir, yo trabajé en esto toda mi vida, también mi padre y mi abuelo..."

No lo dejó terminar.

- "Mire, yo comprendo, pero no puedo hacer nada por usted. Lógicamente le vamos a dar una indemnización, esto es, una cantidad de dinero para que tenga hasta que encuentre otra cosa. Así que, los siento. Que tenga suerte."

Y sin más, se dio vuelta y se fue.

El hombre sintió que el mundo se derrumbaba. Nunca había pensado que podría llegar a encontrarse en esa situación. Llegó a su casa, por primera vez, desocupado. ¿Qué hacer?

Recordó que a veces en el prostíbulo cuando se rompía una cama o se arruinaba una pata de un ropero, él, con un martillo y clavos se las ingeniaba para hacer un arreglo sencillo y provisorio. Pensó que esta podría ser una ocupación transitoria hasta que alguien le ofreciera un empleo.

Buscó por toda la casa las herramientas que necesitaba, sólo tenía unos clavos oxidados y una tenaza mellada. Tenía que comprar una caja de herramientas completa. Para eso usaría una parte del dinero que había recibido.

En la esquina de su casa se enteró de que en su pueblo no había una ferretería, y que debería viajar dos días en mula para ir al pueblo más cercano a realizar la compra. ¿Qué más da? Pensó, y emprendió la marcha. A su regreso, traía una hermosa y completa caja de herramientas. No había terminado de quitarse las botas cuando llamaron a la puerta de su casa. Era su vecino.

- "Vengo a preguntarle si no tiene un martillo para prestarme."

- "Mire, sí, lo acabo de comprar pero lo necesito para trabajar... como me quedé sin empleo..."

- "Bueno, pero yo se lo devolvería mañana bien temprano."

- "Está bien."

A la mañana siguiente, como había prometido, el vecino tocó la puerta.

- "Mire, yo todavía necesito el martillo. ¿Por qué no me lo vende?"

- "No, yo lo necesito para trabajar y además, la ferretería está a dos días de mula."

- "Hagamos un trato", dijo el vecino. "Yo le pagaré a usted los dos días de ida y los dos días de vuelta, más el precio del martillo, total usted está sin trabajar. ¿Qué le parece?"

Realmente, esto le daba un trabajo por cuatro días... Aceptó. Volvió a montar su mula. Al regreso, otro vecino lo esperaba en la puerta de su casa.

- "Hola, vecino. ¿Usted le vendió un martillo a nuestro amigo?"

- "Sí..."

- "Yo necesito unas herramientas, estoy dispuesto a pagarle sus cuatro días de viaje y una pequeña ganancia por cada herramienta. Usted sabe, no todos podemos disponer de cuatro días para nuestras compras."

El ex–portero abrió su caja de herramientas y su vecino eligió una pinza, un destornillador, un martillo y un cincel. Le pagó y se fue..“...No todos disponemos de cuatro días para hacer compras”, recordaba.

Si esto era cierto, mucha gente podría necesitar que él viajara a traer herramientas.
En el siguiente viaje decidió que arriesgaría un poco del dinero de la indemnización, trayendo más herramientas que las que había vendido. De paso, podría ahorrar algún tiempo en viajes.

La voz empezó a correrse por el barrio y muchos quisieron evitarse el viaje. Una vez por semana, el ahora corredor de herramientas viajaba y compraba lo que necesitaban sus clientes.

Pronto entendió que si pudiera encontrar un lugar donde almacenar las herramientas, podría ahorrar más viajes y ganar más dinero. Alquiló un galpón. Luego le hizo una entrada más cómodo y algunas semanas después con una vidriera, el galpón se transformó en la primera ferretería del pueblo. Todos estaban contentos y compraban en su negocio.

Ya no viajaba, de la ferretería del pueblo vecino le enviaban sus pedidos. Él era un buen cliente.Con el tiempo, todos los compradores de pueblos pequeños más lejanos preferían comprar en su ferretería y ganar dos días de marcha.

Un día se le ocurrió que su amigo, el tornero, podría fabricar para él las cabezas de los martillos. Y luego, ¿por qué no? las tenazas... y las pinzas... y los cinceles. Y luego fueron los clavos y los tornillos...

Para no hacer muy largo el cuento, sucedió que en diez años aquel hombre se transformó con honestidad y trabajo en un millonario fabricante de herramientas. El empresario más poderoso de la región. Tan poderoso era, que un año para la fecha de comienzo de las clases, decidió donar a su pueblo una escuela. Allí se enseñarían además de lectoescritura, las artes y los oficios más prácticos de la época.

El intendente y el alcalde organizaron una gran fiesta de inauguración de la escuela y una importante cena de agasajo para su fundador. A los postres, el alcalde le entregó las llaves de la ciudad y el intendente lo abrazó y le dijo:

- "Es con gran orgullo y gratitud que le pedimos nos conceda el honor de poner su firma en la primera hoja del libro de actas de la nueva escuela."

- "El honor sería para mí", dijo el hombre. "Creo que nada me gustaría más que firmar allí, pero yo no sé leer ni escribir. Yo soy analfabeto."

- "¿Usted?", dijo el intendente, que no alcanzaba a creerlo.

- "¿Usted no sabe leer ni escribir?¿Usted construyó un imperio industrial sin saber leer ni escribir? Estoy asombrado. Me pregunto ¿qué hubiera hecho si hubiera sabido leer y escribir?"

- "Yo se lo puedo contestar", respondió el hombre con calma. "¡Si yo hubiera sabido leer y escribir... sería portero del prostíbulo!."

Adaptado por Jorge Bucay

sábado, 8 de septiembre de 2012

EL MEJOR ESCONDITE


En el principio de los tiempos, se reunieron varios demonios para hacer una travesura.
Uno de ellos dijo:
“Debemos quitarles algo a los humanos, pero, ¿qué les quitamos?”.
Después de mucho pensar uno dijo:
“¡Ya sé!. Vamos a quitarles la felicidad, pero el problema va a ser dónde esconderla para que no la puedan encontrar”.
Propuso el primero:
“Vamos a esconderla en la cima del monte más alto del mundo”…
…. Inmediatamente contestó otro:
“No, recordá que tienen fuerza, alguna vez alguien puede subir y encontrarla, y si la encuentra uno, ya todos sabrán donde está”.
Luego propuso otro:
“Entonces vamos a esconderla en el fondo del mar” y otro contestó:
“No, recuerda que tienen curiosidad, alguna vez alguien construirá algún aparato para poder bajar y entonces la encontrarán”.
Otro dijo:
“Escondámosla en un planeta lejano a la Tierra”. Y le dijeron:
“No, recuerda que tienen inteligencia, y un día alguien va a construir una nave en la que pueda viajar a otros planetas y la va a descubrir, y entonces todos tendrán felicidad”.
El último de ellos era un demonio que había permanecido en silencio escuchando atentamente cada una de las propuestas de los demás.
Analizó cada una de ellas y entonces dijo:
“Creo saber dónde ponerla para que realmente nunca la encuentren”.
Todos lo miraron asombrados y preguntaron al mismo tiempo:
“¿Dónde?”. El demonio respondió: . . . .
“La esconderemos dentro de ellos mismos, estarán tan ocupados buscándola fuera, que nunca la encontrarán”.
Todos estuvieron de acuerdo y desde entonces ha sido así: “El humano se pasa la vida buscando la felicidad sin saber que la trae consigo”.
Autor Desconocido

sábado, 1 de septiembre de 2012

LA BOMBA DE AGUA



Cuentan que un hombre estaba perdido en el desierto, a punto de morir de sed.

Él llegó a una casita vieja -una cabaña que se desmoronaba- sin ventanas, sin techo, golpeada por el tiempo.

El hombre deambuló por allí y encontró una pequeña sombra donde se acomodó, huyendo del calor del sol desértico.
Mirando alrededor, vio una bomba a algunos metros de distancia, muy vieja y oxidada.

Se arrastró hasta allí, agarró la manija, y empezó a bombear sin parar.

Nada ocurrió. Desanimado, cayó postrado hacia atrás y notó que al lado de la bomba había una botella. La miró, la limpió, removiendo la suciedad y el polvo, y leyó el siguiente mensaje:

Primero necesitas preparar la bomba con toda el agua de esta botella, mi amigo
PD.: Haz el favor de llenar la botella otra vez antes de partir.
El hombre arrancó la rosca de la botella y, de hecho, tenía agua.

¡La botella estaba casi llena de agua! De repente, él se vio en un dilema:

Si bebía el agua podría sobrevivir, pero si volcase el agua en la vieja bomba oxidada, quizá obtuviera agua fresca, bien fría, allí en el fondo del pozo, todo el agua que quisiera y podría llenar la botella para la próxima persona; pero quizá eso no salga bien.
¿Qué debería hacer? ¿Volcar el agua en la vieja bomba y esperar el agua fresca y fría o beber el agua vieja y salvar su vida?
¿Debería perder todo el agua que tenía en la esperanza de aquellas instrucciones poco confiables, escritas no se sabía cuando?
Con temor, el hombre volcó todo el agua en la bomba. Enseguida, agarró la manija y empezó a bombear; y la bomba empezó a chillar. ¡Y nada ocurrió! Y la bomba chilló y chilló.

Entonces surgió un hilito de agua; después un pequeño flujo, ¡y finalmente el agua salió con abundancia! La bomba vieja y oxidada hizo salir mucha, pero mucha agua fresca y cristalina. Él llenó la botella y
bebió de ella hasta hartarse. La llenó otra vez para el próximo que por allí podría pasar, la enroscó y agregó una pequeña nota al billete preso en ella: ¡Créeme, funciona! ¡Necesitas dar todo el agua antes de poder obtenerla otra vez!

Podemos aprender cosas importantes a partir de esa breve historia:

Ningún esfuerzo que hagas será valido, si lo haces de la manera equivocada.

¡Aprende a mirar adelante y comparte! Aquel hombre podría haberse hartado y olvidarse de que otras personas que necesitasen del agua pudiesen pasar por allí. Él no se olvidó de llenar la botella y todavía supo dar una palabra de incentivo. Preocúpate con quien está cercano a ti, recuerda: sólo podrás obtener agua si la das antes. Cultiva tus relaciones, ¡y da siempre lo mejor de ti!

sábado, 25 de agosto de 2012

Navegamos rumbo... Rusia - Las dudas de Trioska

Encontrado en el blog "Cuento a la vista"


Texto por Rebeca Amado
Ilustración por Raquel Blázquez

Ahora que ha llegado el otoño y estamos instalados en la rutina es el mejor momento para viajar desde las aulas o desde el sofá de casa con la imaginación. Desde este pequeño rincón del gran océano Internet os propondremos cada semana un país al que viajar con la mente para aprender un poco más de cualquier parte del mundo. A través de leyendas, personajes inventados, y grandes aventuras crearemos la excusa perfecta para explorar la geografía, cocina, cultura y, por supuesto la literatura, de los cinco continentes.

Nos embarcamos en este gran viaje para despertar en los más pequeños una curiosidad imparable por ver conocer y comprender por sí mismos todo lo que nos rodea. Todo el mundo a bordo porque zarpamos ya ¡a la conquista de la libertad de pensamiento!


Esta semana rumbo a Rusia: “Las dudas de Trioska”
.


La pequeña tienda de antigüedades que estaba junto a la Plaza Roja de Moscú pasaba desapercibida entre los transeúntes, excepto para aquellos turistas que sentían la curiosidad por llevarse un pedacito del antiguo Imperio Ruso. Cierto era que, al abrir su puerta, sus muebles de madera, su iluminación tenue, y la música de gramófono te transportaban a otra época. Una colección de muñecas tan antigua como la propia tienda presidía la estancia.

Una familia de madera que había llegado a manos de la abuela de la dueña, Doña Anastasia, en su décimo cumpleaños. La figura más pequeña de la colección se llamaba Trioska hija de Oska, y Ka y nieta de Matrioska; la gran figura madre que reinaba en la estantería, y que cada domingo por la tarde, cuando Doña Anastasia cerraba la tienda, les contaba la historia de su linaje.

“El invierno de 1890, uno de los más fríos que se recuerdan, el carpintero Serguei salió al bosque a recoger madera como de costumbre. La nieve cubría gran parte del suelo lo que dificultó mucho su tarea, pero justo antes de darse por vencido y volver a casa sin una sola pieza, se fijó en un montón de nieve que sobresalía en el llano. Se acercó pensando que se trataría de un animal agazapado y al agacharse vio el más hermoso de los troncos que nunca antes había recogido. La madera, blanquecina, parecía brillar bajo los primeros rayos, y del grueso del tronco surgía un halo de vida. Serguei cogió con todas sus fuerzas el tronco en sus manos y lo llevó a casa. El maese carpintero quedó fascinado con la energía que desprendía de aquel tronco, tanto que no supo qué fabricar con él. Una madera tan especial debía convertirse en algo único.

Serguei no pudo ni comer ni dormir durante varios días, la obsesión por aquel tronco lo perseguía día y noche. Finalmente cayó rendido por el cansancio y al despertar vio con claridad que de aquella pieza de madera saldría la más preciosa de las muñecas.

Una semana después tras horas y horas de trabajo de manos de Serguei nació Matrioska, la primera muñeca rusa. La belleza de la muñeca impidió a Serguei ponerla en venta. Cada mañana al despertar el creador daba los buenos días a su obra maestra hasta que, un buen día, Matrioska le devolvió el saludo. Serguei se sintió feliz por tener a alguien con quien hablar pero no pudo evitar darse cuenta de que Matrioska estaba triste.

Matrioska, un poco avergonzada, le explicó a Serguei que ella veía cada día por la ventana a los pájaros con sus crías, a los osos con sus oseznos, y hasta a las orugas que parecían verse perseguidas por millones de oruguitas que se enganchaban unas a otras, y ella sentía que querría tener una hija.
- Pero entonces -respondió Serguei- tendría que abrirte y sacar la madera de dentro de ti, y sería doloroso y nada fácil.

- Ya sabes que en la vida las cosas importantes siempre suponen pequeños sacrificios - respondió la dulce Matrioska.

Y así fue como el viejo Serguei abrió a Matrioska y extrajo cuidadosamente la madera de su interior para hacer una muñeca, casi gemela, pero un poco más pequeña, a la que llamó Trioska. Al cabo del tiempo Trioska sintió la misma necesidad de ser madre, y así fue como nació Oska. Cuando Oska pidió a Serguei que crease a su hija solo quedaba un pequeño trozo de madera y solo una muñeca más podría fabricarse. Entonces Serguei fabricó un pequeño muñeco, y antes de terminarlo, le dibujó unos enormes bigotes y lo puso ante el espejo diciéndole:

- Mira Ka,... tú tienes bigotes. Eres un hombre, o sea, recuerda que no puedes tener un hijo de dentro de ti. Y la familia quedó completa."

Y así fue como nos convertimos en el símbolo de Maternidad - finalizó la abuela Matrioska.

Acto seguido el abuelo Ka, siempre atento a la narración, apostillaba:

– No solo un símbolo de maternidad, sino un símbolo ruso tan internacional como la Plaza Roja, o tan imprescindible como el mismísimo Volga. ¡Un pilar de esta gran nación! - exclamaba.

Pero la pequeña Trioska había escuchado la historia demasiadas veces y para cuando la abuela Matrioska terminaba, su imaginación ya había volado a cientos de kilómetros de la tienda.

Un buen día Trioska escuchó desde la estantería cómo un turista le explicaba a su acompañante que el origen real de aquellas muñecas no era ruso, sino japonés. En un primer momento Trioska no daba crédito a lo que acababa de escuchar:

- ¡Cómo se atreve ese señor a contar semejante mentira! - pensó.

Al cabo del rato, tras reflexionar detenidamente, le asaltaron las dudas:

- ¿Cómo puedo estar tan segura de que aquel chico mentía? - se dijo. - Después de todo la historia de mi abuela es la única que he oído, nunca he salido de esta tienda, y ella tampoco. La historia de aquel chico de tierras lejanas puede ser tan cierta como la de mi abuela ¡vaya lío!

Las dudas no le dejaban pensar con claridad - No quiero disgustar a mi abuela ni a mis padres pero tengo que salir de aquí. Necesito ver otros lugares, conocer a más gente y algún día volver para contar mis propias historias - exclamó.

De repente,sin pensarlo dos veces, Trioska saltó hasta el bolso de aquel joven turista, rumbo a cualquier parte.

Para resolver las dudas de Trioska vamos a necesitar vuestra ayuda. Sabéis...
¿Cual es la relación entre las Matrioskas y Japón?
¿Cuál es el monumento más importante de la Plaza Roja? ¿Quién lo diseñó?
¿Qué o quién es Volga? ¿Rusia siempre se ha llamado Rusia?

sábado, 18 de agosto de 2012

Navegamos rumbo... Rusia - Artabán, el cuarto rey mago

Encontrado en el blog "Cuento a la vista"
Ilustración y leyenda rescatada por Raquel Blázquez

Los últimos días de clase antes de las Navidades, todos aprovechábamos para escribir la carta a los Reyes Magos y cotillear que se habían pedido nuestros amigos y compañeros de clase. El año pasado, había llegado a mi clase un niño nuevo. Era de Moscú y no hablaba muy bien castellano. La profe le sentó a mi lado, cosa que al principio no me gustó nada, pero que poco a poco fue teniendo su gracia.

Conforme Dimitri aprendía español, me iba contando historias de su país que me parecían muy divertidas. Al final del primer trimestre del año pasado, en un recreo, me contó una historia que siempre contaba su abuelo en Navidad. Era una vieja leyenda rusa que hablaba de la existencia de un cuarto rey mago.

- Mi abuelo siempre empezaba su historia así… “Cuenta una leyenda que fueron cuatro y no tres los Reyes Magos de Oriente. En un principio partieron juntos, siguiendo a la estrella de oriente, para adorar al niño Jesús, Pero el cuarto rey, que llevaba vino y aceite como presente, se vio sorprendido por un imprevisto.


Tras varios días de camino, los cuatro reyes se internaron en el desierto. Una noche les pilló de sopetón una tormenta. Todos los reyes se resguardaron bajo amplios mantos tras sus camellos, pero el cuarto rey, al que todos conocían como Artabán y que solo contaba con un burro, buscó resguardo en la cabaña de un pastor.

A la mañana siguiente, ya pasada la tormenta, esta había desperdigado todas las ovejas del pobre pastor quien no tenía forma de volver a reunirlas. Ante esta situación, Artabán se encontraba ante un dilema: si ayudaba al pastor se retrasaría de la caravana y no conocía el camino. Pero, por otro lado, su buen corazón le decía que no podía dejar así a aquel pastor. Así que decidió quedarse a ayudarle.

Cuando terminó se dio cuenta de que los otros reyes ya estaban muy lejos y que no podría alcanzarles, pero continuó su viaje tratando de acelerar el paso para acortar las distancias. Cada vez que se acercaba a la caravana se encontraba con otro pobre que necesitaba de su ayuda. Mientras prestaba su ayuda, la estrella ya se había perdido y solo quedaban huellas medio borrosas de los otros reyes. Trató de seguirlas pero tuvo que detenerse muchas otras veces para auxiliar a otras personas.

Tras muchos años, ya muy anciano, llegó a Jerusalén y allí se encontró con Jesús al que le pidió perdón por no haber ido a adorarle cuando era un niño. Jesús lejos de estar enfadado, se alegró de haberle conocido por fin, ya que le habían hablado de las buenas acciones que había realizado.”

sábado, 11 de agosto de 2012

Navegamos rumbo a... India- El rey de los monos

Encontrado en el blog "Cuento a la vista"


Leyenda recogida por Rebeca Amado
Ilustración de Raquel Blázquez

El rey de los monos, conocido en toda la India por su arrogancia y temido por su poder, creía que nadie podía enseñarle nada puesto que él era el más sabio, y que nunca nadie podría llevarle la contraria, pues él nunca estaba equivocado.

Una mañana llegó a sus oídos que un tal Buda, al que todos adoraban y escuchaban, estaba cerca predicando sus enseñanzas sin haberle tenido en cuenta. El rey mono acudió en su busca para pedirle explicaciones.

– Señor, me extraña que siendo yo quien soy no hayáis enviado a alguien a buscarme para conocerme - le reprochó.

-Soy el rey de millares de monos. Tengo un gran poder y lo sé todo- añadió

El Buda permaneció frente al rey sonriente y en silencio, y esto le enfureció aún más.

-No lo dudéis, señor –gritó. Soy el más fuerte, el más rápido, el más resistente y el más diestro. Por eso soy el rey de los monos. Si no lo creéis, ponedme a prueba. No hay nada que no pueda hacer. Si lo deseáis, viajaré al fin del mundo para demostrároslo.

El Buda seguía en silencio, pero escuchándolo con atención. El rey de los monos añadió:

- Ahora mismo partiré hacia el fin del mundo y luego regresaré de nuevo hasta aquí. Os demostraré lo poderoso que soy - Tras estas palabras partió.

Viajó durante días y días. Cruzó mares, desiertos, dunas, bosques, montañas, canales, estepas, lagos, llanuras, valles... Finalmente, llegó hasta cinco columnas que le separaban de un inmenso abismo y se dijo: No cabe duda, he aquí el fin del mundo. Acto seguido dio media vuelta y volvió sobre sus propios pasos. Surcó de nuevo los desiertos, dunas y valles hasta que llegó al lugar de partida frente al Buda.

- Ya me tienes aquí -dijo victorioso-. Habrás comprobado, señor, que soy el más intrépido, hábil, resistente y capacitado. Por este motivo soy el rey indiscutible de los monos.

El Buda, sin dejar de sonreír, solo dijo:

- Mira dónde te encuentras­.

El rey de los monos se quedó inmóvil y avergonzado al darse cuenta de que estaba en medio de la palma de una de las manos del Buda, es más, ni siquiera había salido de allí durante su gran aventura. Había llegado hasta sus dedos, que tomó como columnas, y más allá sintió el abismo.
Buda sentenció:

- ¿Hacia donde te guían tu impertinencia y arrogancia? Con la arrogancia no se aprende ni se avanza.

Sabías ... ¿Quién es Buda? ¿Por qué son sagrados los monos en la India? ¿Cuál es la especie de monos que invade las calles y oficinas de Nueva Delhi? ¿Qué otro animal es sagrado en India?

sábado, 4 de agosto de 2012

¿Conoces al rey de los enanos?

Encontrado en el blog "Cuento a la vista"
¿Qué enano soy?

Por Frauke Samland

Érase una vez que se era...aunque a lo mejor no era... que vivía un rey riquísimo en un reino grandísimo. Este rey poseía todas las cosas que deseaba. Aún así estaba muy triste porque le faltaban verdaderos amigos. Todos los presuntuosos cortesanos que le rodeaban siempre decían lo que él quería oír. Esto disgustaba mucho al rey.

El súbdito que mejor le caía era su querido pintor de cámara. Le gustaba tanto que el rey a veces solía visitarle en su estudio yendo a pie hasta el otro lado del palacio real. El pintor retrataba al rey y también a las princesas y los príncipes: pintaba a toda la corte, incluso a aquellos cortesanos presuntuosos.

El rey se aburría cada vez más así que un día pidió a su pintor: “Pintor, ¡píntame otra cosa!” “¿Pero qué?” preguntó éste. “Píntame una composición que ningún artista se haya atrevido a pintar antes, ¡algo extraordinario!“contestó entonces el rey.

Enseguida empezó a dar vueltas sobre qué sorprendente cuadro podría gustarle al rey. Muy pronto se dio cuenta de que la familia real no solo estaba rodeada de presuntuosos cortesanos sino que también existían entre ellos unos personajes alegres: los bufones y los enanos. Ellos eran los que intentaban animar al rey. El artista decidió pintar a aquellos bajitos y torcidos enanos, que encarnaban justo lo opuesto de la presuntuosa y extravagante pedantería de la corte. Así que fue llamando a los pequeños bufones a su estudio.

Primero llegó don Diego de Acedo en su traje más fino para dejarse pintar. Don Diego era un hombre importante. Gracias a él, el rey no tenía que firmar ningún documento en persona.

Don Sebastián de Morra apareció después y también se dejó pintar con placer. Era el compañero del príncipe y acababa de volver desde los Países Bajos. Sebastián tenía una personalidad tenaz. Por eso el infante le permitía seguir poniéndose la ropa colorida de su tierra materna a pesar de que la corte vestía de negro.

Francisco Lezcano era un personaje alegre. Solía acompañar al rey en las cazas reales y ayudaba a capturar al venado.

Calabacillas era un personaje excepcional. Todos los presuntuosos cortesanos estaban convencidos de que tenía la cabeza hueca, pero en realidad era muy listo. Con su mirada de loco les tomaba el pelo a todos mientras secretamente se reía sobre la necedad de aquellos.

Cuando el rey contempló a sus pequeños compañeros en los lienzos del pintor se quedó maravillado, así que le encomendó otro cuadro. Quería que éste representase a la familia real con los enanos a su lado.

El pintor se puso a trabajar y a trabajar, y a trabajar… y creó una obra que con el tiempo se convertiría en su cuadro más famoso. Un cuadro con la infanta en el centro rodeada de cortesanos y enanos. Y no solo eso: si observas con mucha atención este cuadro, podrás encontrar también al rey y a la reina dentro del cuadro…



El cuento está inspirado en uno de los pintores más importantes del arte español: ¿Sabes de qué cuadro y de qué pintor estamos hablando? ¿Y sabes quién es el enano de la ilustración?

sábado, 28 de julio de 2012

El paraguas de Estíbaliz

Encontrado en el blog "Cuento a la vista"

Texto de María Bautista
Ilustración de Raquel Blázquez

De todos los regalos que Estíbaliz había recibido por su cumpleaños, el que más le había gustado era el de su hermana mayor. Era un paraguas.

- ¡Vaya tontería, un paraguas! - Le habían dicho sus amigas.

Pero para Estíbaliz aquel paraguas era especial. Primero porque era el primer regalo que le había hecho su hermana nunca. Cierto que le había regalado muchos libros antiguos que ella ya no leía, y que le había legado ropa y muñecos y hasta otro paraguas amarillo con globos que había usado durante todo el invierno pasado. Pero aquello no eran regalos como tal, sino préstamos, herencias, cosas, que en cierta manera, no le pertenecían del todo. Pero aquel paraguas era el primer regalo de verdad, suyo propio y de nadie más, que había recibido de su hermana.


Además, aquel no era un paraguas infantil, no. Estíbaliz acababa de cumplir 9 años y era una edad importante: la última de una sola cifra. Así que aquel paraguas era de persona mayor, de esos que terminaban en punta y que los adultos te clavaban en los autobuses cuando querían pasar hasta el final. Además, era precioso, tan rojo y brillante, con aquel mango azul con forma de espiral. Estíbaliz estaba impaciente por estrenarlo. Pero aunque el otoño estaba a punto de llegar, el tiempo era tan cálido y seco como el peor día de verano.

- Mamá, ¿no puedo sacarlo aunque sea de sombrilla? – rogó Estíbaliz aquel lunes antes de ir al colegio.

Pero Mamá era difícil de convencer. ¿Qué iba a hacer la niña por la calle con un paraguas un día tan soleado?

- A ver – refunfuñaba enfadada Estíbaliz - ¿quién ha dicho que los paraguas solo sean para la lluvia?
- Pues la propia palabra, hija. Para aguas, no para sol, ni viento, ni nada. Solo agua.

Estíbaliz tuvo que reconocer que aquel era un razonamiento muy acertado. Así que no le quedó otro remedio que marcharse a clase sin su maravilloso paraguas.

Por suerte, un par de días después el tiempo cambió. El cielo se llenó de nubes grises y había tanta oscuridad que en vez de mañana, parecía tarde.

- ¿Lloverá hoy? ¿Lloverá, Mamá? ¿Puedo estrenar el paraguas?

No hizo falta seguir insistiendo. Antes de que Mamá contestara, había comenzado a caer un impresionante chaparrón. Así que Estíbaliz engulló lo más rápido posible su desayuno y salió a la calle dispuesta a estrenar su maravilloso paraguas. Pero en el cielo, el viento también se fijó en aquel paraguas y quiso tenerlo en su colección de objetos.

Tenéis que saber a qué me refiero. ¿Nunca os ha robado nada el viento? ¿No? Pues sois muy afortunados. Aunque seguro que alguna vez habéis visto como se llevaba más de un globo, o un pañuelo, o un sombrero, o papeles llenos de palabras bonitas. Al viento le encanta coleccionar cosas aunque para ello tenga que llevárselas sin pedir permiso a sus dueños.

Por eso cuando vio salir a Estíbaliz con aquel paraguas tan bonito, hizo todo lo posible por llevárselo. Tan fuerte sopló y sopló, que la pobre Estíbaliz apenas podía abrirlo.

- ¿Será posible? – exclamó enfadada, mientras se iba mojando inevitablemente.

Pero tanto se empeñó que al final lo consiguió. Su paraguas rojo era un punto de luz en aquella mañana tan oscura, lo que aumentaron los deseos del viento de quedárselo. Así que comenzó a soplar más y más fuerte. Estíbaliz sintió cómo se le enredaba en el pelo, cómo intentaba colarse por debajo de su vestido y lo que era peor de todo: cómo trataba de arrancarle el paraguas de las manos.

- Eso sí que no, viento. Alborótame el pelo y levántame la falda, pero el paraguas es mío y no te lo vas a llevar…

Pero Estíbaliz no conocía lo insistente que podía ser el viento cuando deseaba algo. Claro que el viento, tampoco sabía lo cabezota que podía ser ella. De esta forma, viento y niña se enzarzaron en una pequeña batalla en la que el paraguas era el que tenía todas las que perder.

- Deja de tirar – gritó cada vez más furiosa Estíbaliz – si seguimos así solo conseguiremos romperlo.

Pues déjame que me lo lleve, escuchó la niña susurrar a ese viento caprichoso entre las hojas de los árboles.

- De eso, ni hablar. Si quieres llevarte el paraguas, tendrás que llevarme también a mí – le desafío Estíbaliz.

Dicho y hecho. Nada más pronunciar aquellas palabras, Estíbaliz sintió como sus piernas se levantaban del suelo.

- Ante todo, no sueltes nunca el paraguas – se dijo asustada.

Y arrastrados por el viento, paraguas y niña desaparecieron entre las nubes grises…

sábado, 21 de julio de 2012

EL NIÑO Y EL CACHORRO



El dueño de una tienda de animales estaba colocando un anuncio en la puerta que decía: "Cachorritos en venta". Esa clase de anuncios siempre atraen a los niños, que suelen estar locos por tener un perrito pequeño en casa. No había acabado de poner el cartel en la puerta de la tienda cuando apareció un niñito preguntando...
- ¿Cuál es el precio de los perritos?"- preguntó el niño.
El dueño contestó: - Entre 30 y 50 Euros.
El niñito metió la mano en su bolsillo y saco unas monedas:
- Solo tengo 2 euros y medio, ¿puedo ver los cachorros?.....
El hombre sonrió y silbó.
De la trastienda salió una perra seguida por cinco perritos. Uno de los perritos no podía seguir a los demás. El niñito inmediatamente señaló al perrito rezagado que cojeaba. ¿Que le pasa a ese perrito? preguntó.
El hombre le explicó que el perrito nació con una cadera defectuosa y que siempre cojearía.
El niñito se emocionó y exclamó:
-¡Ese es el perrito que yo quiero comprar.
Y el hombre replicó:
- No, si tu realmente lo quieres, yo te lo regalo.
El niñito se disgustó, y mirando a los ojos del hombre le dijo:
- No, yo no quiero que usted me lo regale. El vale tanto como los otros perritos y yo le pagaré el precio completo. De hecho, le voy a dar mis 2.50 euros ahora y 50 céntimos cada mes hasta que lo haya pagado completo.
El hombre contestó:
- No deberías comprarlo. El nunca será capaz de correr, saltar y jugar como los otros perritos.
El niñito se agachó y levantó su pantalón para mostrar su pierna izquierda, inutilizada, soportada por un gran aparato de metal.
Miró de nuevo al hombre y le dijo:
- Bueno, yo tampoco puedo correr y el perrito necesita a alguien que lo entienda.
Los ojos del hombre se llenaron de lágrimas... Sonrió y dijo:
- Hijo, solo espero que cada uno de estos cachorritos tenga un dueño como tú.
En la vida no importa quien eres, sino que alguien te aprecie por lo que eres, y te acepte y te ame incondicionalmente.

sábado, 14 de julio de 2012

CIERRA LOS OÍDOS



 Eran un anciano y un niño que viajaban con un burro. Caminaban al lado del jumento cuando atravesaban un pueblo. Un grupo de niños se rió de ellos gritando:
-¡Mirad qué par de tontos! De manera que tienen un burro y van los dos andando. Por lo menos el viejo podria subirse a él.
Entonces el anciano se subió al burro y ambos siguieron la marcha. Al pasar otro pueblo, algunas personas se indignaron al ver al viejo sobre el burro y dijeron:
-Parece mentira. El viejo cómodamente sentado en el burro y el pobre niño caminando.
Viejo y niño intercambiaron sus puestos. Al llegar a la siguiente aldea, la gente comentó:
- ¡Esto sí que es intolerable! El muchacho sentado en el burro y el pobre anciano caminando a su lado.
Puestas así las cosas, el viejo y el niño se subieron al burro. Poco después venían un grupo de campesinos por el camino. Les vieron y les dijeron:
-¡Es vergonzoso lo que hacéis! Vais a reventar al pobre animal.
El viejo y el niño tomaron la determinación de cargar al burro sobre sus hombros, pero entonces la gente se mofó de ellos diciéndoles:
-Nunca vimos una gente tan boba. Tienen un burro y en lugar de montarlo, lo llevan a cuestas.
De repente el burro se revolvió con fuerza y se desplomó a un barranco, hallando la muerte. El viejo, súbitamente, instruyó al muchacho:
-Querido mío, si escuchas las opiniones de los demás y les haces caso, acabarás más muerto que este burro. ¿Sabes lo que te digo? Cierra tus oídos a la opinión ajena. Que lo que los demás dicen te sea indiferente. Escucha únicamente la voz de tu corazón.

sábado, 7 de julio de 2012

EL ROBLE




Había una vez, algún lugar que podría ser cualquier lugar, y en un tiempo que podría ser cualquier tiempo, un hermoso jardín, con manzanos, naranjos, perales y bellísimos rosales, todos ellos felices y satisfechos.
Todo era alegría en el jardín, excepto por un árbol profundamente triste.
El pobre tenía un problema: 'No sabía quién era.'
Lo que le faltaba era concentración, le decía el manzano, si realmente lo intentas, podrás tener sabrosas manzanas. '¿Ves que fácil es?'
No lo escuches, exigía el rosal. Es más sencillo tener rosas y '¿Ves que bellas son?'
Y el árbol desesperado, intentaba todo lo que le sugerían, y como no lograba ser como los demás, se sentía cada vez más frustrado.
Un día llegó hasta el jardín el búho, la más sabia de las aves, y al ver la desesperación del árbol, exclamó: -No te preocupes, tu problema no es tan grave, es el mismo de muchísimos seres sobre la tierra. Yo te daré la solución:
'No dediques tu vida a ser como los demás quieran que seas... Sé tu mismo, conócete... y para lograrlo, escucha tu voz interior.'

Y dicho esto, el búho desapareció.

¿Mi voz interior...? ¿Ser yo mismo...? ¿Conocerme...? Se preguntaba el árbol desesperado, cuándo de pronto, comprendió...
Y cerrando los ojos y los oídos, abrió el corazón, y por fin pudo escuchar su voz interior diciéndole:
Tú jamás darás manzanas porque no eres un manzano, ni florecerás cada primavera porque no eres un rosal. Eres un roble, y tu destino es crecer grande y majestuoso. Dar cobijo a las aves, sombra a los viajeros, belleza al paisaje...
Tienes una misión 'Cúmplela'.
Y el árbol se sintió fuerte y seguro de sí mismo y se dispuso a ser todo aquello para lo cual estaba destinado.
Así, pronto llenó su espacio y fue admirado y respetado por todos.
Y sólo entonces el jardín fue completamente feliz.

El palacio del rey del viento

Encontrado en el blog "Cuento a la vista"


Texto de María Bautista
Ilustración de Raquel Blázquez

¿Habéis visto alguna vez un lugar donde nada, absolutamente nada, es recto? La extraña estancia a la que llegó Estíbaliz con su paraguas después de subir por las escaleras transparentes era exactamente así: redondeada. Redondeada y vacía, porque allí, a excepción de una larga pared azul oscura (y redondeada) con ventanas de color azul claro (y redondeadas) no había nada.

- ¡Qué lugar más extraño! – exclamó sorprendida la niña.


De repente, en el centro de la habitación aparecieron dos butacas doradas que contrastaban con el intenso azul de la habitación. Una era grande y majestuosa. La otra, justo en frente, era mucho más pequeña.

- Acércate - dijo la voz potente que la había guiado hasta ahí.

- ¿Acercarme a dónde? No soy capaz de verte, ¿dónde estás?

En ese momento un fuerte viento inundó toda la estancia. Estíbaliz pensó por un momento que iba a volver a salir volando, y se agarró con fuerza a su paraguas rojo. Pero aquel viento solo alborotó su pelo y se le enredó entre los dedos de la mano que tenía libre.

- Ven, siéntate en la butaca. Si no, no podrás verme.

Estibaliz, tirada por aquella mano invisible, caminó hacia la pequeña silla dorada. Nada más sentarse, todas las líneas curvas de la estancia comenzaron a moverse como si se tratara de un remolino. Aquello era la cosa más increíble que había visto en la vida.

En la habitación, que antes estaba vacía, comenzaron a aparecer los más variopintos objetos: pañuelos, paraguas, globos de colores, sombreros, papeles, balones, muñecos, hasta una vaca con cencerro y cara de despistada. Pero lo más sorprendente de todo, era que en la enorme butaca dorada, frente a Estíbaliz, había aparecido un delgado hombrecillo con pelo blanco y alborotado, una preciosa túnica plateada y la sonrisa más triste del mundo.

- Pero, pero… ¿cómo has hecho aparecer todas estas cosas? ¿Quién eres tú?

Aquel señor, se atusó con sus largos dedos su espesa cabellera blanca y volvió a sonreír con nostalgia.

- Soy el rey del viento – exclamó con su voz potente -. Bienvenida a mi palacio.

sábado, 30 de junio de 2012

Navegamos rumbo... Turquía - El gorrión y el cielo

Encontrado en el blog "Cuento a la vista"
Texto por Rebeca Amado
Ilustración de Raquel Blázquez

Sila y su abuela Tárik iban todos los domingos al mercado de especias de Estambull. Caminaban por todos los puestos descubriendo olores y sabores, y pasaban la mañana conversando con vecinos y tenderos. Todos querían a su abuela y se aceraban a ella para compartir sus quejas o en busca de un buen consejo.

Un domingo cualquiera de invierno Sila y su abuela fueron a comprar Negrilla y semillas secas al puesto de siempre, y al llegar a la puerta vieron al mercader sentado en una silla con cara de preocupación.


-¿Qué le ocurre señor? ¿Por qué parece tan triste?- le preguntó Sila.


-¿Ves ese barrizal junto a la puerta? Llevo horas barriendo arena y agua y la entrada a mi tienda sigue estando sucia- protestó el mercader.

- ¡Qué mala suerte!- dijo Sila.

- No es mala suerte. Siempre que llueve sucede lo mismo, y si no se busca una solución pasará de nuevo. Los lamentos no evitarán que vuelva a inundarse su entrada- replicó la abuela Tárik.

-¿Y qué quiere que haga? –volvió a protestar el mercader-. Aunque yo arreglase mi entrada, si las tiendas vecinas no hacen lo mismo el agua no se canalizará bien y mi tienda se inundará igual. Yo solo no puedo evitar que se inunde el mercado…

A lo que la abuela de Sila contestó:


- ¿Conoce usted la historia del gorrión y el cielo?

“Había una vez un pequeño gorrión que cuando escuchaba truenos y veía que se acercaba tormenta, se tumbaba en el suelo y levantaba sus patitas hacia el cielo.
Durante una de esas terribles tormentas un zorro pasó por su lado y, al verlo en aquella posición tan extraña para un pájaro, le preguntó

-¿Por qué haces eso?

-¡Para proteger a la tierra, que contiene muchos seres vivos! - contestó el gorrión-.
Si por desgracia el cielo se desplomara de repente, ¿te das cuenta de lo que ocurriría? Por eso levanto mis patas para sostenerlo.

El zorro, sorprendido, volvió a preguntarle.

-¿Crees que tus pequeñas patas pueden sostener el inmenso cielo?

El gorrión contestó

-Aquí abajo cada uno tiene su propio cielo."


El mercader, entre la risa y el enfado, dijo -Si sigo el consejo del gorrión debería entonces arreglar mi entrada esperando a que algún día los demás quieran ocuparse de su trozo de cielo ¿no?-

La abuela de Sila no estaba dispuesta a rendirse ante el pesimismo del mercader, y le dio otra pista más.

-Quizá su trozo de cielo vaya mucho más allá de su entrada, quizás sea todo el mercado de especias. Hable con sus compañeros, si tiene una idea para solucionar el problema del agua ¡póngala en marcha!

¡Necesitamos menos zorros y mas gorriones del cielo!- exclamó la abuela Tárik.
Sila escuchó con mucha atención las tres veces que su abuela contó la historia del gorrión esa mañana, y ahora se preguntaba ¿Qué trozo de cielo sería el suyo? ¿Sería capaz de sostenerlo ella sola? No podía esperar para averiguarlo.

sábado, 23 de junio de 2012

Navegamos rumbo... China - El tigre blanco

Encontrado en el blog "Cuento a la vista"
Texto de María Bautista
Ilustración de Raquel Blázquez

Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo vivía en una pequeña aldea china un joven leñador, de nombre Ming Lu, con su abuela, que era muy muy anciana. Cada día, el leñador se acercaba al bosque y recogía la madera, que vendía a buen precio en la ciudad. Pero con el tiempo, los árboles se fueron acabando, y una mañana no le quedó más remedio que marcharse de la aldea en busca de otro bosque donde encontrar madera que vender en el mercado.

Después de caminar durante días, Ming Lu llegó a las montañas. Allí estuvo talando leña sin parar durante días. Cuando ya estaba preparado para emprender el regreso a casa, escuchó un rugido terrible. Al girarse, Ming Lu vio un gigantesco tigre blanco que le observaba fijamente. Tenía la mirada más triste que había visto Ming Lu jamás. Tan triste era,
que el joven leñador comprendió que aquel tigre no quería atacarle.

- ¿Qué te pasa? ¿Necesitas ayuda?

El tigre extendió una de sus patas hacia el leñador y este comprendió lo que ocurría. El tigre se había clavado una enorme y dolorosa espina y no podía apenas caminar. Con mucho cuidado, Ming Lu sacó aquella espina y le limpió la herida. Cuando el tigre estuvo curado, se dio media vuelta y desapareció en el bosque.

El joven leñador regresó a su aldea, cargada de toda aquella madera. Cuando le contó a su abuela lo sucedido con el tigre blanco esta le contestó:

- Has tenido suerte. No solo te has librado de ser devorado por un tigre, también, al ayudarlo, te has ganado su respeto y su agradecimiento.

Ming Lu pensó que, aunque tuviera razón, la posibilidad de que el tigre y él volvieran a encontrarse era pequeñísima. Sin embargo, al cabo de un mes, el joven encontró en su puerta un ciervo muerto.

- Seguro que ha sido el tigre – le dijo la abuela mientras se frotaba las manos con alegría. Aquel ciervo les daría de comer durante una semana.

Así, cada cierto tiempo, el tigre traía al muchacho algún animal muerto, con el que su abuela y él iban sobreviviendo en la época de más escasez.

Un día, Ming Lu se encontró algo inesperado. Se trataba de una joven bellísima que parecía desmayada junto a su puerta. Para que se reanimara, Ming Lu le ofreció un té verde. La chica comenzó a recuperarse y a contarle su historia. Era la hija del rey, y había ido a dar un paseo por el bosque cuando se sintió mareada. Lo último que recordaba antes de desmoronarse en el suelo era los grujidos de un tigre blanco. Los dos jóvenes siguieron conversando animadamente cuando llamaron con violencia a la puerta.

- Abrid la puerta inmediatamente. Sabemos que eres un tigre convertido en hombre y que has secuestrado a la hija del rey

El joven leñador salió muy asustado y aunque negó ser un hombre-tigre y haber raptado a la princesa, nadie le creyó: le condenaron a muerte.

Solo la bella princesa sabía que el joven decía la verdad. Había sido tan amable con ella que la princesa había acabado enamorándose de él y ahora iba a perderlo para siempre.

Pero el día de la ejecución de Ming Lu ocurrió algo con lo que nadie contaba: apareció el enorme tigre blanco que le protegía.

El rey, al ver el tigre, se dio cuenta de que el joven decía la verdad y le soltó. Pero si él no había sido, tenía que haberlo hecho el enorme tigre blanco. Cuando los soldados quisieron cazarle, el joven le protegió con su cuerpo, llorando emocionado ante la presencia de su amigo.

El rey, al observar la ternura que ambos se profesaban, entendió que ninguno de ellos podía haber hecho mal alguno. Además, y ante las súplicas de su hija, consistió en que el joven leñador se casara con la princesa.

Y al igual que el tigre había sido agradecido con el joven Ming Lu, este, quiso también serlo con el tigre blanco, que se quedó a vivir para siempre con ellos en el palacio...

Sabías...
¿Por qué hay tigres blancos?
¿En qué zona de China se pueden encontrar (cada vez menos) estos maravillosos animales?
¿Qué es para los chinos un Byakko?
¿Qué función cumplen los tigres en las constelaciones chinas?

sábado, 16 de junio de 2012

Navegamos rumbo... Japón - Las sandalias mágicas

Encontrado en el blog "Cuento a la vista"
Texto por Rebeca Amado
Ilustración por Raquel Blázquez

Por fin había llegado la primavera, y Saori esperaba impaciente la llegada de su tía Misae. Todos los años al llegar el mes de abril Misae pasaba unos días en su casa para poder celebrar todos juntos la fiesta del Hanami. Siempre traía consigo dulces de Ninin Shizuka y las mejores historias provenientes de lejanos bosques…

“Las sandalias mágicas”


Esta es la historia de un joven que habitó hace muchos años en una pequeña aldea llamada Magome. El joven Haku vivía felizmente con su madre hasta que después de un invierno gélido ésta cayó enferma, y Haku se vio obligado a pedir dinero prestado al hombre más rico del pueblo. Gracias a este dinero la madre de Haku mejoró, pero el joven aún no había saldado su deuda anterior cuando la madre volvió a caer enferma. Haku no paraba de trabajar y trabajar para conseguir más dinero y aún así no tenía suficiente. Desesperado, acudió de nuevo al hombre rico para pedirle otro préstamo:


- ¿Cómo te atreves a pedirme más dinero? - gritó el rico enfadado.

- ¡No vuelvas por aquí hasta que no saldes tu primera deuda! - sentenció. Y acto seguido echó a Haku de su casa.

El joven Haku no sabía que más hacer. Estaba tan avergonzado por no haber encontrado una solución que no se atrevió a volver a casa, así que decidió vagar por el bosque. De pronto, apareció un misterioso anciano en mitad del camino.

- Buenos días - dijo alegremente el anciano dirigiéndose al joven.

- Oh, discúlpeme. No le había visto - respondió Haku quien, como andaba cabizbajo, ni siquiera le había visto venir.

El anciano se acercó más y comenzó a caminar junto a él. Después de un rato en silencio el misterioso anciano comenzó a hablar.

- Tú no me conoces muchacho, pero yo a ti sí. Sé que pasas por un momento difícil, y que a pesar de todos tus esfuerzos la suerte no te sonríe. Sin embargo, esta tarde me he acercado a ti para darte la solución a tus problemas. - Al terminar estas palabras sacó de las mangas de su Yukata unas sandalias de madera.

- ¿Unas sandalias viejas van a solucionar mis problemas?- preguntó algo irritado el joven Haku.

- Estas sandalias no son lo que parecen, son sandalias mágicas - explicó el anciano.

- Debes calzarte las sandalias y tropezar con ellas, y así hallarás la solución a tus problemas - añadió.

Haku se calzó las sandalias y tropezó con ellas, y cuál sería su sorpresa al comprobar cómo brotaba de la nada un montón de dinero. El joven saltaba de alegría.

- ¡Qué alivio! Se acabaron mis preocupaciones - pensó.

El anciano sonreía satisfecho, pero justo antes de marcharse recordó que debía advertir al joven de algo importante.

- Podrás repetir esto varias veces, pero si tropiezas demasiado, empezarás a encoger. Ten mucho cuidado. - Y acto seguido desapareció.

Haku volvió a casa, se calzó las sandalias, y tropezó con ellas varias veces hasta que logró reunir dinero suficiente para curar a su madre y devolver el dinero que debía. Cuando obtuvo lo que realmente necesitaba siguió el consejo del anciano y dejó de utilizar las sandalias mágicas.

Unos días más tarde Haku fue a ver al rico señor para devolverle el préstamo, y éste quiso saber cómo había conseguido reunir tanto dinero en tan poco tiempo. Tal fue la insistencia del señor rico que Haku se vio obligado a desvelarle la historia de las sandalias mágicas. Por supuesto, aquel hombre avaricioso quiso ver con sus propios ojos el truco de las sandalias y ordenó a Haku que se las prestara. Cuando el señor cogió las sandalias se dirigió a otra habitación contigua mientras Haku esperaba en la sala principal. Desde allí el joven escuchó como el hombre rico tropezaba una y otra vez pataplam pataplam y segundos después se oía el clin clin de nuevas monedas. Al cabo de un rato Haku ya solo era capaz de escuchar el ruido de las monedas.

El joven extrañado se asomó para ver qué sucedía y encontró una gran montaña de monedas con un bebe en la cima. El niño no era otro que el señor rico que había recibido su castigo porque, guiado por la avaricia, había tropezado demasiadas veces.

Sabías... ¿Qué es la fiesta del Hanami? ¿Qué es un Yukata? ¿De qué color son los dulces Ninin Shizuka? ¿Existe la aldea Magome?

sábado, 9 de junio de 2012

Navegamos rumbo… México - La casa del Trueno

Encontrado en el blog "Cuento a la vista"

Texto por Rebeca Amado
Ilustración por Raquel Blázquez

Dos de Noviembre, Día de Todos los Muertos en Ciudad de México. Acostumbrada a la celebración de Todos los Santos en España, la alegría, el color y el ambiente festivo que invade las calles me coge por sorpresa. María, mi compañera de piso, y natural de la ciudad, me había invitado a su casa a celebrar este día con su familia. Acepté movida por la curiosidad pero a medida que se acercaba la hora, el temor a pasar un momento incómodo me invadía. Después de todo iba a comer con su familia el día en el que conmemoran la muerte de su abuela. Estaba a punto de echarme atrás cuando María llamó a la puerta de mi cuarto para indicarme que ya era hora de salir.

Durante el trayecto, ayudada por las explicaciones de mi amiga, y sorprendida en cada esquina por un nuevo detalle de esta hermosa fiesta, los nervios desaparecieron. Cruzamos plazas repletas de altares coloristas recordando a los Difuntos, mercadillos llenos de delicioso pan de muerto, curiosas calaveras vestidas con ropas de época y ¡hasta con sombrero!
Más tarde descubriría que se trataba de las famosas Catrinas.

Sin embargo, tanto barullo me distrajo del por qué de la celebración, y fue en el barrio de María, recordando a su abuela, donde comprendí todo su significado.

La abuela de María adoraba la literatura, y narrar a viva voz lo leído ante un público expectante fue su pasatiempo favorito. Vecinos, amigos, hijos, y más tarde nietos, disfrutaron alrededor de su sillón de numerosas tardes de relatos y aventuras. Francisca se llamaba como “Paquita la cuentista la conocían”. Sabía cuentos de verano, mitos de primavera y leyendas terroríficas de invierno. El dos de noviembre desde hacía ya cinco años, toda su familia después de una abundante comida en su honor, la recordaba releyendo alguna de sus historias. Ese año María fue la narradora y dado que la noche se anunciaba tormentosa la historia elegida fue La Casa del Trueno.

"Cuentan los más viejos que entre Totomoxtle y Coatzintlali existía una caverna en cuyo interior los antiguos sacerdotes habían levantado un templo dedicado al Dios del Trueno, de la lluvia y de las aguas de los ríos. Mucho antes de que llegaran los españoles a estas tierras, y antes incluso de los totonacas que poblaron el lugar de Veracruz para llamarlo Totonacan.

Cuando llegaba el momento de cultivar la tierra y sembrar las semillas para cosechar los frutos, los siete sacerdotes del templo se reunían para invocar a las deidades de esos tiempos. Gritaban y entonaban cánticos a los cuatro vientos.

Según cuenta la leyenda, esos viejos sacerdotes hacían sonar el gran tambor del trueno y arrastraban cueros secos de los animales por todo el ámbito de la caverna y lanzaban flechas encendidas al cielo. Inmediatamente después el cielo se llenaba de furiosos truenos y los relámpagos cegaban a los animales de la selva y a las especies acuáticas que moraban en los ríos.

Llovía sin descanso y la tempestad rugía sobre la cueva durante muchos días y muchas noches. Tanto llovía que algunas veces los ríos Huitizilac y el de las mariposas, Papaloapan, se desbordaban cubriendo de agua y limo las riberas y causando inmensos desastres. Cuanto más golpeaban el gran tambor ceremonial, mayor era el ruido de los truenos, cuantas más flechas lanzaban los sacerdotes más relámpagos surcaban los cielos.

Siglos y siglos pasaron hasta que llegaron al lugar grupos de gentes ataviadas de un modo singular, trayendo consigo otras costumbres, y otras leyes y otras religiones. Llegaban desde lejanas tierras hoy conocidas como el Golfo de México. Todos los hombres, mujeres y niños que allí llegaron estaban siempre sonriendo, como si fueran los seres más felices de la tierra. Habían sufrido mil penurias en las aguas borrrascosas de un mar alocado y ahora que estaban al fin en las costas tropicales, no podían dejar de reír. Tenían fruta, animales de caza, agua y clima hermoso ¡que más podían pedir! Totonacan nombraron a aquel lugar y ellos mismos se dijeron totonacas.

Pero los siete sacerdotes de la caverna del trueno no estuvieron conformes con aquella invasión de los extranjeros que traían consigo una gran cultura. Guiados por la furia fueron a la cueva a producir truenos, relámpagos, rayos y lluvias torrenciales con el fin de ahuyentarlos.

En los antiguos registros que los milenios han borrado, se dice que llovió mucho y durante varios días y sus noches, hasta que alguien descubrió que aquellas tempestades las provocaban los siete hechiceros, los siete sacerdotes de la caverna de los truenos.

Sin emplear la violencia los totonacas los embarcaron en un pequeño bajel y dotándoles de provisiones y agua los lanzaron al mar de las turquesas en donde se perdieron para siempre.


Aunque no se llevaron consigo la tormenta y para dominar a los dioses del trueno que habían despertado se reunieron los sabios y los sacerdotes y gentes principales. Decidieron que nada podría hacerse contra esas fuerzas que hoy llamamos sencillamente naturales, y que sería mejor rendirles culto y pleitesía. Adorar a esos dioses y rogarles que fueran magnánimos con ese pueblo que acababa de escapar de un monstruoso desastre.

Actualmente, en ese mismo lugar, se levanta este maravilloso templo conocido en todo el mundo como pirámide o templó de El Tajín en donde curiosamente parecen generarse las tempestades y los truenos y las lluvias torrenciales”.

Al finalizar la historia todos brindaron con tequila a la salud de “Paquita la cuentista” y al son de su ranchera favorita recorrieron el camino que separaba la casa del cementerio. Fue entonces cuando sin darme cuenta me descubrí celebrando la muerte. Los mexicanos no recuerdan con lágrimas a quien estuvo y ya no volverá. Celebran que estuvo, dando mayor fuerza a su identidad. ¡Que vivan los muertos!

Sabías... ¿Qué son las Calaveritas? ¿Con qué se acompaña el pan de muerto? ¿Qué alimento comparten Halloween y el Día de los Muertos?