domingo, 27 de diciembre de 2009

Mi gato duerme con los ojos abiertos.

Poesía para niños. Poesías de animales. Poemas. Poemas versos cortos.

Mi gato duerme
con los ojos abiertos
¿será por eso que ronca
cuando está despierto?

A mi gato le gusta
pasear de mañana,
de noche se entretiene
tejiendo lagañas.

A mi gato le encanta
tomar tereré
mientras marca el paso
de un chamamé.

En verano, mi gato
anda en ojotas,
el calor le pone
los pies en compota.

Y en la tardecita
bucea en un plato
¿será que está loco
o es un pez, mi gato?

Mi gato duerme
con los ojos abiertos:
¿será que vigila
cuando yo me duermo?

Fin


Autora: Silvia Beatriz Calderon
Escritora comunidad encuentos

domingo, 20 de diciembre de 2009

Juguetes.

Escritora Española.

Era una tarde lluviosa y Pedrito estaba en casa de sus abuelos. Su abuelo estaba durmiendo una siesta muy larga. La abuela estaba cosiendo frente a la tele, y Pedrito ya se había cansado de leer, y de pintar, y de jugar con su consola. No sabía qué más hacer y se aburría, se aburría y se aburría mirando las gotas de lluvia en la ventana.

La abuela, cansada de oírlo gruñir y quejarse continuamente de la lluvia, le dijo que subiera al desván, que estaba lleno de cosas viejas y que igual encontraba algo con lo que divertirse.

Pedrito no se lo pensó dos veces. Subió corriendo las escaleras recordando todas las cosas que había visto aquella vez que ayudó al abuelo a hacer limpieza en el desván: arcones llenos de ropa antigua, misteriosas cajas cerradas, sillas desvencijadas, animales disecados, figuritas desportilladas, un montón de cosas para revolver…

Y a revolver se puso en cuanto llegó. Abrió arcones y cajas, movió sillas y desordenó ropas y papeles. Y cuando más entretenido estaba… ¡Bum! Un golpe muy fuerte le hizo dar un salto.

El golpe había sonado detrás de las cajas y Pedrito, despacito, se acercó a ver qué era.

- ¿Qué podrá ser? – Pensaba - ¿Un ratón? Nunca había visto ratones en casa de los abuelos… ¿Una cucaracha gigante? No, esas cosas sólo existían en las películas… ¿Un duende despistado? No, los duendes sólo estaban en los cuentos.

No, no era nada de eso lo que había provocado el golpe. Lo que Pedrito encontró tras las cajas fue un montón de juguetes: un camión de madera rojo, un caballo de cartón, una muñeca de trapo, un cochecito de bebé, una peonza, una comba, una pelota amarilla y alguna cosa más… Los juguetes se veían viejos y estropeados pero eso no le importó a Pedrito que jugó con ellos durante el resto de la lluviosa tarde.

Horas más tarde, camino de casa, Pedrito le contó a su papá lo de los juguetes y su papá le dijo que lo más probable es que fueran de sus abuelos, que seguramente ni recordaban que estaban ahí y que igual les hacía ilusión volver a verlos.

De repente, Pedrito, que llevaba varios días pensando en qué podía regalar a sus abuelos para su aniversario, tuvo una idea fantástica: reparar aquellos juguetes para ellos. Y le preguntó a su papá si le ayudaría a sacarlos a escondidas de casa de los abuelos y luego a pintarlos y arreglarlos. A su papá le pareció una gran idea y, dicho y hecho, el siguiente día que fueron a ver a los abuelos sacaron los juguetes sin que ellos se enteraran y los llevaron a casa.

Durante días y días Pedrito y su papá trabajaron pintando, y cosiendo, y atornillando, y golpeando y, en fin, arreglando los juguetes y dejándolos tan bonitos como recién comprados. Durante aquellos días, el niño vio en los ojos de su padre un extraño brillo, una pequeña luz que salía de sus ojos, pero pensó que eran imaginaciones suyas y no dijo nada.

Tras unas semanas de trabajo, por fin, acabaron de arreglar los juguetes, los envolvieron en un precioso papel de regalo y su papá le ayudó a transportarlos hasta la casa de sus abuelos y a meterlos dentro antes de marcharse a trabajar.

Cuando los abuelos comenzaron a desempaquetar los juguetes, sus ojos se llenaron de luz. Una sonrisa les llenó la cara y una pequeña y brillante lágrima comenzó a rodar primero, por la mejilla de la abuela y luego, por la mejilla del abuelo.

Y aquellas dos pequeñas lágrimas se fueron haciendo cada vez más y más brillantes. Tan brillantes que, durante un momento, Pedrito no pudo ver nada.

El niño no supo qué estaba ocurriendo hasta que, por fin, el resplandor desapareció y, en lugar de encontrarse con las caras llenas de arrugas de sus abuelos, se encontró con una niña que mecía una muñeca en sus brazos y un niño montado en el caballo de cartón.

Era tanta la felicidad que sus abuelos habían sentido al ver sus antiguos juguetes y era tanta la felicidad que los juguetes habían sentido al estar de nuevo con sus dueños que se creó una nube de magia lo suficientemente poderosa como para devolverles a la niñez.

Y aquella tarde, la casa de sus abuelos estuvo llena de risas y gritos y canciones infantiles. Y la magia duró hasta que llegó la hora de guardar los juguetes porque su papá estaba a punto de llegar. En ese momento, sus abuelos volvieron a ser adultos pero no les importó porque sabían que, cada vez que sacaran aquellos juguetes para jugar con Pedrito, la magia volvería a producirse y volverían a ser niños.

Y sus abuelos le dieron las gracias a Pedrito por hacerles el regalo más bello de su vida.

De esta forma aprendió Pedrito que todos los juguetes tienen algo de magia.

Y aprendió también que, si se fijaba bien en los ojos de los adultos podía ver, allá en el fondo, un niño (o una niña) que lo saludaban con la mano y le sonreían.

Y que era cuestión de encontrar la magia adecuada para sacar a esos niños del interior de los adultos.

Y cuando Pedrito se hizo mayor, siempre que se sentía un poco triste, usaba esa magia para transformarse en niño y jugar y ver la vida con ojos infantiles y recuperar la ilusión, la fantasía y las risas.

Fin

viernes, 11 de diciembre de 2009

Mi ensalada.

Rima. Rimas infantiles. Rimas para niños. Textos infantiles.

Mi ensalada. Poesía

En casa de mi abuela
aprendí a preparar
una rica ensalada
que te voy a invitar.

Mezclo lechuga, cebolla
y pepino también,
luego un rojo tomate
que seleccioné bien.
Añado zanahoria
para la visión,
eso lo aprendí
viendo televisión.

Un chorrito de aceite
con jugo de limón
que dicen es bueno
para la digestión;
una pizca de pimienta
otra pizca de sal
y con esta ensalada
no tengo rival.

Muchos vegetales
me voy a comer,
porque fuerte y sano
yo quiero crecer.

Ahora me quito
y cuelgo
el delantal
porque este gran verso
llegó al final.

Autor: Gaby Higashionna

viernes, 4 de diciembre de 2009

Los caracoles.

Escritor de Argentina. Cuentos educativos de animales.

Cuando yo era chica, me encantaba ir, con mis hermanas, a la casa de mi abuela. Pasábamos el día (generalmente los sábados o los feriados) entretenidos en muchas cosas. Además, en lo de mi abuela podíamos hacer cosas que no hacíamos en casa. Por ejemplo, mirábamos televisión (aunque les parezca mentira, en mi casa no había televisor); tomábamos gaseosas, comíamos salamines y tomábamos una sopa de verduras, porotos y fideos, hecha por ella, que era riquísima.
Y no era riquísima porque le ponía un condimento especial; si no porque la preparábamos entre todos, mi abuela y mis hermanas, sentadas en el patio, bajo la sombra de un árbol.
En el patio, había una pared que quedaba medio escondida por las frondosas plantas del jardín y casi no le llegaba la luz de sol.
Una pared que tenía algo especial; por ella trepaban un montón de caracoles.
¿Vieron cómo hacen los caracoles para trepar por las paredes? Su cuerpito de babosa les permite adherirse a los ladrillos, o al revoque, aunque vayan desplazándose verticalmente para arriba, y caminan, con su casita a cuestas, sin cansarse.
A la hora de la siesta, íbamos hasta la pared y nos entreteníamos de mil maneras distintas. Una de ellas era imaginar que los caracoles estaban participando en una carrera; cada una elegía el suyo para alentarlo y esperábamos a que llegaran a la meta para saber quién ganaba.
Otras veces, les poníamos nombres y armábamos historias suponiendo que algunos eran amigos o que otros formaban una familia.
Si caminaban varios juntos, suponíamos que eran una expedición que andaba por un desierto buscando un oásis.
Cierta vez, a una de mis hermanas se le ocurrió agarrar un caracol que estaba llegando a la cima de la pared y lo llevó hasta abajo. Sin em-bargo, esa situación no lo desanimó y volvió a trepar.
A partir de ese día, a mí, siempre me llamó la atención el comportamiento que tenían cuando agarrábamos al que había subido más alto, y, ¡zás!, lo poníamos abajo de todos los demás. No importaba cuántas veces lo hiciéramos con el mismo caracol o si el elegido era grande o pequeño; todos reaccionaban igual.
Con lentitud pero con insistencia, volvían a comenzar la subida, no se daban por vencidos, lo intentaban una y otra vez, hasta que llegaban hasta arriba y podían descansar.

Fin

Hecho el depósito de ley 11.723. Derechos reservados. Prohibida su reproducción total o parcial.

De María Inés Casalá y Juan Carlos Pisano

domingo, 22 de noviembre de 2009

Las dos ranas.

Cuentos populares de la India. Cuentos infantiles. Cuentos de reflexión.

Las dos ranas

He aquí una rana que había vivido siempre en un mísero y estrecho pozo, donde había nacido y habría de morir.
Pasó cerca de allí otra rana que había vivido siempre en el mar. Tropezó y se cayó en el pozo.
–¿De dónde vienes? -preguntó la rana del pozo.
–Del mar.
–¿Es grande el mar?
–Extraordinariamente grande, inmenso.
La rana del pozo se quedó unos momentos muy pensativa y luego preguntó:
–¿Es el mar tan grande como mi pozo?
–¡Cómo puedes comparar tu pozo con el mar! Te digo que el mar es excepcionalmente grande, descomunal.
Pero la rana del pozo, fuera de sí por la ira, aseveró:
–Mentira, no puede haber nada más grande que mi pozo; ¡nada! ¡Eres una mentirosa y ahora mismo te echaré de aquí!

El Maestro dice: Así procede el hombre fanático y de miras estrechas.

sábado, 14 de noviembre de 2009

El gato y el ratón.

Rima infantil. Literatura infantil y juvenil

El gato y el ratón

Rápido, rápido corre el ratón;
si el gato lo alcanza no tiene perdón.
Ayer robó queso y hoy un bombón.
Rápido corre, corre el ratón.

Gaby Higashionna

viernes, 6 de noviembre de 2009

El Viejo y el Asno.

El viejo y el asno. Cuento corto para reflexionar

El viejo y el asno

Un viejo español y su hijo llevaban un asno al
mercado para venderlo. Iban padre e hijo a pie,
para que el animal llegara menos fatigado a la feria.

Al poco rato encontraron unas mujeres, y una de
ellas dijo:

–¡Miren qué hombres más tontos! Andan a pie,
teniendo tan hermoso burro.

El viejo oyó estas palabras, y mandó al hijo que
montara en el asno.

Después de haber andado algún tiempo, pasaron
cerca de un grupo de ancianos que se mofaron de la
acción del mozo que iba montado mientras que su
padre iba a pie.

El viejo entonces hizo que se desmontara el hijo, y
subió él sobre el asno.

Más adelante hallaron un grupo de mujeres y de
muchachos, que al verlos pasar dijeron:

–¡Qué vergüenza de viejo! Muy cómodo en su
pollino, mientras que el muchacho va a pie, jadeante
y cansado.

El padre, al oír esto, hizo que el muchacho montase
al anca, y así montados los dos siguieron su camino.

Al buen viejo le parecía que había encontrado la
manera de ir a gusto de todo el mundo, cuando un
hombre que pasaba gritó, dirigiéndose al grupo:

–¿Cuál de los tres es el asno?

Sintióse el viejo muy mortificado con esta pregunta
burlona, y el otro la explicó diciendo que era una barbaridad
cargar de aquella manera a un animal tan pequeño
y débil, y les hizo ver al padre y al hijo lo
cansado que el asno estaba.

–Mejor sería que le llevaseis cargado hasta el pueblo
próximo, para evitar que se muera en el camino.

El viejo creyó razonable esta observación, y entre él
y su hijo buscaron un fuerte palo, ataron el asno a él, y
tomando en hombros una extremidad el padre, y otra
el hijo, fueron trabajosamente cargados con la bestia
con dirección al pueblo.

Pero entonces se fué reuniendo alrededor de ellos
como una procesión de gentes que se burlaban de las
personas llevando a cuestas un burro.

–¡El mundo al revés!–gritaban en tono de mofa.

Por fin, al pasar por un puente, hizo un esfuerzo el
burro para recobrar su libertad, asustado por tanto
alboroto, y cayó al agua y se ahogó.

Por querer complacer a todo el mundo, perdió el
pobre viejo su asno. Es bueno ser complaciente, pero
sin renunciar al sentido común.

viernes, 30 de octubre de 2009

Simón y el escudo de plata.

Escritora Argentina. Cuentos educativos.

Tema del cuento: La superstición

Simón era un rey justo, bondadoso y que tenía mucha autoridad. Sabía resolver los conflictos de su gente, no era violento y trataba de reinar de modo tal que todas las personas vivieran satisfechas.
Sin embargo y a pesar de su gran sabiduría, el rey Simón era muy supersticioso. Creía en cosas increíbles y a veces hacía cosas que no eran lógicas. No le gustaban los gatos negros, lo cual era un problema porque abundaban en los jardines del palacio y no pasaba jamás por debajo de una escalera, entre otras cosas.
Sobre el trono de Simón yacía colgado en la pared un hermoso escudo de plata, cuyo brillo deslumbraba a todas las personas del reino.
Como era tan supersticioso, el rey adjudicaba al escudo poderes que en realidad no tenía. Simón creía que el escudo colgado arriba de su trono le daba el poder de ser tan buen rey como era, lo cual realmente no era cierto.
Sus sirvientes pasaban gran parte del día lustrando el escudo, el bufón del palacio tenía prohibido hacer bromas sobre él y nadie, ni siquiera sus hijos podían tocarlo.
Simón vivía tranquilo creyendo que su poderoso escudo lo protegía y ayudaba, hasta que un día pasó lo que el rey jamás se había atrevido a pensar: el escudo de plata desapareció.
Nadie sabía cómo había pasado, pero ya no estaba. Simón sufrió un ataque de nervios, los guardias del palacio salieron a buscarlo en sus ágiles caballos, el bufón quedó mudo y nadie sabía qué hacer realmente.
Se alejaron cuanto pudieron, visitaron todos los reinos vecinos, revisaron cada rincón de la ciudad, pero el escudo seguía sin aparecer.
Desesperado Simón creía que ya nada sería igual ni para él, ni para su reino y en parte, tenía razón.
Tal fue su desánimo y desesperación que empezó a hacer las cosas mal.
Tan nervioso estaba, que tomaba decisiones apresuradas y que terminaban sin ser beneficiosas para nadie.
Pasaba el día enojado, lo cual deterioró su relación no sólo con su familia, sino con todas las personas de la corte.
Ya nada era lo mismo. Simón tampoco.
– Mi escudo, mi escudo – Se lo escuchaba decir todo el tiempo- sin mi escudo ya no soy el mismo.
Inútiles fueron los intentos que la familia y la corte entera hicieron por tratar de que entendiese que su capacidad y bondad no se debían a un escudo colgado en una pared.
– Desde que robaron el escudo, todo ha salido mal. Me equivoco todo el tiempo, estoy enemistado con medio reino, ahora todos me temen, cuando antes me querían y la lista podría seguir- vociferaba Simón desde su trono y mirando para arriba a ver si por arte de magia aparecía el escudo.
– Mi señor, no hay escudo tan poderoso – intervino el bufón.
– ¡Claro que no! No lo hay porque me lo han robado – Contestó Simón
– Me refiero a que el escudo no tenía poder alguno, si me lo permite – replicó el bufón.
– ¡No se lo permito! -Gritó el rey – ¿Acaso se atreve a dudar del poder de mi escudo?
– El poder no está en el escudo, de eso estoy seguro- dijo el bufón, mientras retrocedía temerosamente.
Tal fue el enojo del rey que le pidió al bufón que se retirase y agregó que no quería verlo hasta que el escudo apareciera.
– Bufón descreído- murmuraba el rey- ya le demostraré los poderes de los que hablo cuando todo vuelva a la normalidad.
Viendo que hablando el rey no se convencía, el bufón decidió poner manos a la obra. De repente, se le ocurrió pensar que el famoso escudo había sido buscado por todos lados, excepto en el palacio mismo.
Dedicó días enteros a su búsqueda, hasta que finalmente, lo encontró.
El escudo jamás había sido robado, simplemente –y debido a su peso- había caído al piso, justo detrás del trono del rey.
Parecía absurdo haber buscado hasta en los reinos más lejanos, cuando en realidad, siempre había estado allí, sólo que no se lo veía porque el gran trono lo tapaba.
Una vez que lo encontró, comenzó a pensar en cómo hacer para que el rey entendiese que no había tal poderes mágicos y encontró la manera.
En secreto y con el permiso de la reina, mandó a hacer un escudo exactamente igual al perdido. Una vez que lo tuvo, inventó para el rey una historia acerca de su hallazgo, que el rey creyó sin preguntar más de tan contento que estaba.
Sin más, ni más, colgaron enseguida el escudo (o su imitación) en el mismo lugar del otro.
Pasaron los días y todo realmente volvió a la normalidad. El Rey era el de siempre, todos vivían en armonía, no había conflictos, ni dentro del reino, ni fuera de él. Simón reinaba tranquilo, feliz y sabiamente, como siempre lo había hecho.
Al cabo de un mes, el bufón anunció al rey que tenía una sorpresa para él, pero que se la daría frente a su familia, si éste estaba de acuerdo.
Simón se entusiasmó con la idea y mandó llamar a la reina y a los príncipes.
– Bueno, bueno, quiero ya mi sorpresa – dijo ansioso Simón – No veo que traigas nada en tus manos apreciado bufón.
– Tiene razón mi señor, nada tengo en mis manos. De todas maneras, algo tengo para darle – contestó el bufón.
Intrigado el rey miraba a todos, sin entender mucho qué estaba ocurriendo.
– Majestad, le pido si por favor puede levantarse del trono por un momento por favor.
Simón así lo hizo. Todos miraban con gran atención pues sabían qué era lo que iba a ocurrir.
El bufón pidió ayuda y entre los príncipes y él corrieron de lugar el trono, dejando ver en todo su esplendor el escudo original.
Simón miraba sin creer, levantaba la vista, la volvía a bajar. Miraba una y otra vez para arriba y para abajo sin comprender nada.
– Mi señor, nadie jamás robó el escudo, simplemente se cayó. Nunca se nos había ocurrido buscar aquí mismo, por eso no había aparecido. De todas maneras, no es ésta la sorpresa que tengo para Ud. – agregó.
– No entiendo ¡qué puede haber más importante que tener el escudo original! Lo que no comprendo es ¿cómo no me di cuenta? y ¿quién puso esta imitación sobre mi trono? – dijo Simón.
– ¿Qué importa por qué no se dio cuenta que no era el original majestad, qué importa quién puso la copia? Lo realmente importante es que Ud. todo este mes ha reinado con la misma sabiduría y eficiencia de toda la vida y con un escudo falso.
El rey seguía sin entender.
– Señor, la sorpresa es que no hay tales poderes en el escudo, ni en ningún otro lado que no sea Ud. mismo. Es su propia capacidad la que lo hace reinar en forma justa y haciendo el bien a todos. No hay elementos mágicos. Si algo hay de magia, está en el corazón de cada uno de nosotros y en el esfuerzo que pongamos por hacer cada uno nuestra tarea un poco mejor cada día.
Las palabras del bufón conmovieron al rey y lo convencieron que realmente tenía razón.
De todos modos y sólo por si acaso, mandó colgar nuevamente el original del escudo, pero cuentan que a partir de ese día, se lo vio a Simón acariciando a cuanto gato negro caminaba por los jardines del palacio, y su suerte en nada cambió por ello.

Fin

Para pensar con papá y mamá:

- ¿Crees que puede haber objetos que traigan buena o mala suerte?

- ¿Qué te parece la actitud del rey del cuento? ¿Era lógica?

- ¿No crees que la suerte de cada uno depende en gran parte de nosotros mismos?

viernes, 23 de octubre de 2009

Herminia, la hormiga dormilona.

Escritora de Perú. Cuentos de hormigas.

Dicen que todas las hormigas son trabajadoras, pero dicen no más… porque yo conocí a una hormiga que no era ni siquiera un poquito trabajadora, era la hormiga Herminia, la más flojita y la más destartalada de todas.

¡Ay que de nuevas, voy a tomar una siestecita! -decía dormilona, antes de empezar a trabajar, esperando dormir cómodamente mientras sus compañeras hormigas ya estaban laborando esforzadamente.
Y ella en cambio, en tono de burla gustaba cantar:
“Trabajar, trabajar, eso buscan sin parar
Yo mas bien, descansar, es mejor que trabajar.”

Un día se aburrió y abandonó el hormiguero, para emprender un larguísimo viaje, alistó sus maletas y se marchó. Iba cantando, muy feliz cuando observó en medio del trayecto unas huellas en la tierra que daba entender que eran las patitas de una tarántula.

La tarántula tarantela, ¡que más queda!- se dijo ella misma.
-Tendré que abrir mis ojos lo más que pueda- Y muy optimista la hormiga Herminia le restó importancia.

-A mí me han dicho que las tarántulas son peligrosas, pero yo no tengo miedo porque
soy valiente y luchadora, seré capaz de derribarla tan solo con una de mis patas- se dijo orgullosa.

Tarantela vestía siempre de negro y asustaba con solo verla. Pero también era muy suspicaz y convincente. Se acercó amablemente a la hormiguita diciéndole dulcemente:

Herminia, hormiguita veo que estas de viaje, debes estar cansada, ¿no deseas descansar en mi hermosa hamaca que he tejido? Verás que dormirás plácida y cómodamente. Y no te arrepentirás querida.

- ¿En serio? Si es así, no me caería nada mal, ACEPTO- dijo Herminia tranquilamente.
- Pasa por favor, estas en tu casa- contestó la tarántula.
Herminia se recostó panza abajo, cayendo en un profundo sueño, sin darse cuenta que había caído en una trampa.

-Jojojo, ya se durmió! ¡Jajaja, que rica estará! ¡Jejeje, me la comeré! ¡Jijiji, con bastante ají!-decía la tarántula entusiasmada.
Como le faltaba ají, salió a buscar en el prado, a ver si encontraba algo.

Mientras tanto, Herminia sintió la caricia del aire y el hermoso canto de un ruiseñor, que la hacía soñar y soñar.
Y en ese sueño, apareció su mamá que le decía:
-Hijita querida, vuelve a casa, y deja ya la pereza a un lado, esfuérzate mucho, yo estaré orgullosa de ti.
Le dio un beso en sus antenitas y se fue.

Herminia despertó con una lágrima en sus ojos, pues su mamá había muerto un mes atrás y a raíz de eso, ella se había descuidado y olvidado de trabajar.

Ya no quiero seguir así mamita, voy a salir de aquí y regresaré al hormiguero- dijo en voz alta.
Fue entonces que llegó Tarantela, lista con el ají en sus patitas.
- Mmmm, veo que ya te has despertado.
- Sí, y quiero ir a mi casa.
- A tu casa, no regresarás- dijo tajantemente la tarántula.
Tarantela se acercó sigilosamente para comerla cuando de repente el ruiseñor al ver el peligro, sacó a Herminia con su pico y volando muy alto la llevó consigo hasta llegar al hormiguero.
- Muchas gracias, ruiseñor. Si no hubiera sido por ti, ya estaría muerta- le dijo Herminia
- De nada, ahora cumple con tus tareas y no olvides los consejos de tu madre- contestó el ruiseñor.

Así lo haré, de ahora en adelante me esforzaré por ser una hormiga trabajadora.
De esta manera la hormiga Herminia dejó de ser perezosa y llegó a ser la hormiga más empeñosa del hormiguero.
Su secreto fue recordar siempre el consejo de su mamá, a veces tomaba una que otra siestecita, solo que esta vez, era para recobrar más fuerzas y seguir cantando alegremente una nueva letra:
“Trabajar, trabajar, eso quiero sin dudar, y también disfrutar del esfuerzo que hay que dar.”

Fin

viernes, 16 de octubre de 2009

La amistad cuando toca el corazón.

Escritora Peruana. Cuentos de amistad.

Tema del cuento: La amistad

En una gran ciudad había un colegio que tenía como tarea fundamental inculcar la amistad entre sus alumnos, ya que consideraban que era muy importante que ellos se desarrollaran no sólo en el sentido intelectual sino también en lo espiritual, para que más adelante pudieran ver en su corazón más allá de sus propios egoísmos y ambiciones. Por lo tanto, se preocupaban de que tuvieran muchas actividades trascendentales y una de ellas era que los maestros sostuvieran conversaciones con sus alumnos, para que los llevasen a apreciar un mundo más justo y fraterno. Una tarde, Gabriel, uno de los alumnos menores que se encontraba con su amigo de aula Matías, al acercarse a su maestro, le comentó:
— ¿No es cierto, maestro, que el egoísmo es muy malo?
— Así es –le respondió el maestro–, y es la raíz de todos los males.
— Y así lo entiendo yo también –le dijo Gabriel–. Pero le voy a contar a Ud. lo que escuché el otro día a un niño que pasaba por la puerta de mi casa, pues éste le decía al otro: siempre te gusta comer de mis chocolates, ¿por qué mejor no comes tus galletas y dejas de molestarme porque me estoy quedando sin chocolates?
Y el otro niño, le contestó:
— Pero si sólo compartimos, porque yo también te invito de mis galletas. ¿Sabe maestro? Esa actitud me molestó.
— Así es –le contestó el maestro–, pero hay que entender que no todos los niños pueden ver la vida de la forma como la ves tú. Por qué mejor no buscas el remedio que pueda menguar sus debilidades y le enseñas con tus mismas actitudes.
Gabriel, al escucharlo, le dijo:
— Sí, a veces lo hago, y ellos cambian.
Y Matías añadió:
— Yo cuando escucho a mi corazón también hago lo mismo.
— Qué bien, muchachos, –dijo el maestro–, y para estas situaciones lamentables no existe mejor enseñanza que el mismo ejemplo.
Y mientras conversaban, dos niños más, los cuáles se llamaban Piero y Oscar, al integrarse al grupo le dijeron al maestro:
— Nosotros también enseñamos con el ejemplo y eso hace que los demás nos imiten para que sean mejores amigos.
— Qué bien –volvió a decir el maestro–, y no se olviden que siempre hay que ser prudentes, porque si es así verán cómo la amistad hace resplandecer el corazón del hombre cuando lleva como adorno a la prudencia, porque como les digo no todos piensan como ustedes lo hacen y hay que comprenderlos.
Gabriel, entendiendo, dijo:
— Sí, maestro, por eso a veces es mejor callar que seguir hablando porque también nos podemos equivocar.
— Sí, –dijo Matías–, y como todos no pensamos igual, mejor es comprender.
El maestro, al escucharlos, les dijo:
— Así es, y si no fuese así, la amistad no podría ir muy lejos si no estamos dispuestos a escucharnos unos a otros, para entender aún más sobre nuestros propios defectos. Por eso hay que valorar al amigo, ya que cuando camina a nuestro lado nos sentimos seguros y felices, cuando nos entristecemos nos consuela con su amor y si sentimos ira por algún motivo nos calma con su comprensión. Y como cubre nuestras necesidades y nos protege del peligro, debemos considerarlo como fuente de sabiduría y verlo como un gran tesoro.
— Así es, maestro –dijeron todos al unísono.
El maestro prosiguió:
— Y cuando alguien les hable sobre la amistad díganles que para ustedes es lo más grande y bello que existe en el universo. ¿Y saben por qué? Porque en el verdadero amigo no habita la sombra, su alegría es como el canto del ruiseñor y su ánimo no varía, por eso se le ve sonreír todo el tiempo aunque sólo entristezca con el dolor ajeno.
Mientras hablaban, sonó la campana del colegio, los alumnos que conversaban tan entretenidamente con su maestro tuvieron que despedirse, pero antes le dijeron:
— ¿Sabe?, siempre es agradable conversar con usted, maestro.
— Gracias –les dijo él–, y lo que más me alegra es el interés que muestran para aprender sobre estas cosas.
Y se retiraron.
Transcurrieron unos días, y Eduardo, uno de los alumnos que cursaba ya la secundaria, le dijo a su compañero de aula llamado Carlos:
— Carlos, quisiera contarte algo que me ha producido lástima.
— ¿Sí? ¿Qué es? –le preguntó.
— Bueno, te contaré, –le dijo Eduardo–. El día de ayer escuché a un grupo de jóvenes, que eran más o menos de la edad de nosotros, hablar de satisfacciones absurdas. Ellos conversaban en el jardín donde yo suelo ir a pasear frecuentemente. Y decían: a mí las personas no me dan alegría ni satisfacciones. ¿Por qué tenemos que pensar en ellas? Mejor pensemos en nuestras cosas materiales que nos fascinan tanto.
— ¿Eso escuchaste? –le dijo Carlos–, porque las cosas son sólo cosas inertes que no llevan vida como las personas.
— Claro –le contestó Eduardo–, y en ellas uno puede encontrar muchas cosas hermosas.
Un maestro que caminaba al paso, al escucharlos con mucha satisfacción por lo que hablaban, les dijo:
— Así es, y las personas tienen que sentir que ocupan una parte importante en nuestro corazón. Bueno, los dejo para que sigan conversando.
— No, maestro, quédese con nosotros, siempre es muy interesante conversar con nuestros maestros, sobre todo, porque nos enseñan también a través de sus propias experiencias.
El maestro, entonces, al ver el gran interés que le demostraban los alumnos, les dijo:
— ¿Saben, muchachos? Los que brindamos amistad estamos capacitados para dar sin esperar nada a cambio, y nos llena de felicidad el poder abrirnos como si fuéramos un buen libro que se abre sólo para ilustrarnos. Porque en la historia de cada hermano siempre hay algo bueno que contar y también algo triste que compartir para sacar de ello una enseñanza.
Eduardo, le dijo:
— Y que pena da encontrar algunos muchachos tan incapacitados de poder abrirse y expresar sus sentimientos.
Carlos añadió:
— Sí, y cuando esto sucede los acompaño y trato de ayudarlos como lo haría un amigo que acompaña no sólo en las alegrías sino también en las desdichas.
— Es muy bueno que razonen de esta forma –dijo el maestro–, porque si así pensaran todas las personas la amistad sería el gran motivo para transformar al mundo en un verdadero paraíso, y esto sería algo muy grande como es el mundo si lo apreciáramos en su creación divina, y quienes vean la amistad de esta manera, entonces, la apreciarán como una puerta que se abre sólo para dar amor y colmar de dicha nuestros vacíos, ya que en ella habitan los más nobles sentimientos. Por eso ustedes nunca dejen de ser como son, porque los seres que se pierden encerrándose inútilmente en la oscuridad de sus propias miserias, jamás podrán ver la luz que lleva la amistad cuando se le conoce.
— Así es, maestro, gracias a Dios que nosotros no somos así.
— Lo sé –les dijo el maestro–, y sigan creciendo en el amor de Dios, porque Él es el modelo perfecto y la mayor fuente de seguridad si queremos amar como lo hace la verdadera amistad, que nos convierte en antorchas encendidas para que veamos el camino que nos conduce a la felicidad auténtica, donde sólo vive el amor permanente y profundo.
Y mientras el maestro les iba hablando, notaron que otros alumnos más se habían integrado al grupo mostrando el mismo entusiasmo que los demás. Entonces, el maestro, antes de proseguir, creyó conveniente en aprovechar el momento para decirles:
— Mañana, después de la hora de estudio, todos se reunirán en el salón principal, ahí tocaremos otros temas. Por lo pronto les adelanto algo: pensamos hacer otra kermesse con la finalidad de poder reunir fondos para los niños discapacitados, que adolezcan de bajos recursos y no tengan cómo afrontar su situación, y también aprovecho para decirles que como ya se acerca la Navidad, vayan pensando en las canastas navideñas para los niños pobres. Para esto, habrá un taller especial para organizar de la mejor forma estas actividades.
— Claro, maestro –le dijeron todos–, y cuente con nosotros, para eso Dios nos ha dado a todos muchos talentos y hay que saber aprovecharlos también para el beneficio de los demás.
Y el maestro, antes de concluir la conversación, les dijo:
— Excelente, muchachos, sigan así para que más tarde sean como los jóvenes, que creciendo bajo el amparo del amor desinteresado, llegaron a ser grandes hombres y muy buenos amigos.
Y así sucedió tal como lo predijo el maestro.

Fin

jueves, 8 de octubre de 2009

La cabeza y el gorro.

Fábulas infantiles de Miguel Agustín Príncipe. Fábulas con imágenes. Fábulas cortas. Niños.

La cabeza y el gorro

«Calor y abrigo te doy,
Dijo el gorro a la cabeza;
Y nunca de igual fineza
Deudor en nada te soy.»

La cabeza, con desdén,
Contestóle: «Errado vas,
Pues si tú calor me das,
Calor te doy yo también.

Olvidadizo te encuentro:
Mas piensa una vez siquiera,
Que si me abrigas por fuera,
También te abrigo por dentro.».

Muy errado el hombre vive,
Cuando sólo se complace
Pensando en el bien que hace,
Y no en el bien que recibe.

martes, 22 de septiembre de 2009

El galardón de Don Ratón. Escritora de Perú. Poesía infantil. Poemas infantiles.

1

Muy temprano en la mañana,
un arcoiris sobre la colina
se veía por la ventana.


2

Se levantaba el despertar
con muchas ganas de andar
en todo lugar incluido el bulevar
a ver que noticias dan que hablar



3

El aire: Jiji, jojo,jaja - se reía,
los pajaritos entonaban una y otra melodía
mariposas revoloteaban animadas en el día


4

El reloj de la cabaña bostezando decía:
Dinnnn – Donnnn
las seis sonnnn.
¡Ojalá venga Don Ratónnnn!
con el galardónnnn.

5

¡Qué! ¿Cómo?
preguntó gotita de lluvia que caía del cielo.
Eco respondió bostezando en su colchón.
¡Don Ratónnnn
con el galardón!

6

Gotita de lluvia muy contenta,
llamó a tormenta,
de un lugar a otro en el cielo salta
muy amena.



7

De improviso el día se hizo noche,
viento corre y corre
el mismo camino Don trueno lo recorre.



8
En medio de tanto alboroto,
llegó Don Ratón en su moto,
subiendo por la colina a lo más y más remoto.


9

¡Traigo mi galardón que pesa un montón!
dijo de un solo gritón
saltó de la moto con emoción
sin darse cuenta, dio un pisotón
al Sr. Tristón, un peatón.



10

Perdón, Señor,
siento mucho su dolor,
dijo Don Ratón con clamor
De pronto el Sr. Tristón parecía Sr. Temblor
¿Acaso sería por el dolor?,
¿O es que tenía pavor?

11

Lo cierto es que causo estupor
Sus gritos parecían de terror



12

Don Ratón sin decir más salió a buscar
a los amigos del lugar
después de mucho andar
los encontró por azar.

13

Amigos ¡Que emoción!
traigo este galardón
que ayer gané como mejor anfitrión
vamos hagamos una reunión

14

Trueno y viento preguntaron: ¿Qué pasa?
tormenta llegaba presurosa,
mientras que eco se rascaba la panza
pajaritos y mariposas trajeron en honor una rosa.



15

Gotita de lluvia dijo: ¡Hagamos una fiesta!
Arcoiris agregó: ¡Sí!, en medio de la comparsa.
Y reloj concluyó:¡Listo, celebremos en mi casa!

16

Fue una linda noche,
donde Dios en su coche
trajo muchas estrellas hasta la media noche


17

Todos querían saber la razón
del galardón como mejor anfitrión
querían una explicación
sobre el cartón
que llevaba en su cinturón:

18

Don Ratón
condecorado como mejor anfitrión
y ejercer una buena acción
ayudar a otros a aprender la lección
con mucha dedicación
a través de una canción
reciba nuestra mayor consideración
Firma
La Estación.
Decía en su mención.

19

“Es una dicha enseñar
Con solo cantar, para mi es un manjar
Tengo mi vocación para trabajar”
Dijo Don Ratón al terminar de hablar
Aunque más parecía recitar.
Mientras tanto, decidió cantar tangos
Ciertamente con halagos
De todos los danzantes amigos

20

De esta manera Don Ratón
Con su galardón
Cantó y bailó un montón
..Mmm pero también comió como un glotón.



21

Brindis por aquí, brindis por allá
Es momento de irse ya
Un beso bien sonado da


El reloj de la cabaña a dormir se va
Acabo con un salud! Este cuento
A ver cuando regreso
Hasta pronto
Dice este ratoncito
Que te lleva en su corazoncito.



- FIN -