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Es la más caminadora:
jardín, cantero y macetas.
Siempre lleva en su maleta
frasquitos que curan todo:
sequedad, aburrimiento,
incompatibilidad entre flores
y demás preocupaciones
que apaguen distintos verdes.
Psicóloga de las plantas,
con una voz suavecita
les convida una masita,
después ausculta sus colores.
Los helechos refinados
son los más delicados
y sus primas las caléndulas
con llovizna están espléndidas.
Las rosas hoy se quejaron
porque andan perdiendo pétalos.
-¡Queremos ser capullitos
y estar siempre cerraditos!
-Tempus fugit -dice sabia-
¿No saben que para vivir
siempre se tienen que abrir?
Mira el vergel y recuerda
tantas viejas primaveras
donde estallaban aceras
y balcones con begonias.
Ya no es tiempo de jardines
ni ornamentos majestuosos,
la planta que está viejita,
la arrancan de su casita.
Solo la abuela del fondo
las atiende con paciencia,
y les habla, les sonríe
y hasta a veces se les ríe.
Rita la mira orgullosa
por el trabajo logrado.
La anciana, con sus cuidados
la reemplaza con vehemencia.
Mariquita con dedal
naranja a pintitas negras,
visita a un tulipán
que tiene antojo de flan.
Anoche comió tomates
y a la tarde chocolates,
el pobre está muy hinchado
pero quiere el postre ansiado.
Rita le revisa el tallo
y le pone paños fríos
más pastillitas de menta
para curar la indigesta.
-Para todo hay un remedio-
dice Rita solidaria.
Sus patitas son baritas
que reviven margaritas.
Para casos más severos:
poda de embellecimiento,
que las deja parejitas
sin que desborde una hojita.
Hada en bullicio de flores
o regadera ambulante,
con cofia y paso sutil
va Rita siempre gentil.
Autora: Cecilia Maurig
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