Los
palitos observan curiosos al nuevo alumno, Circulito da pasos cortos y
entra con la cabeza inclinada, apenas se atreve a levantar la vista
hacia sus compañeros. Nadie abre la boca aunque las preguntas revolotean
en sus cabezas como moscas asustadas. Los primero días se miran unos a
otros, de los pies a la cabeza y de adelante hacia atrás. Aunque
Circulito parece adaptarse a la escuela, pasa la mañana bostezando, bajo
sus ojos hay dos sombras oscuras y su redonda vocecita apenas le
responde a la maestra. Rápido se extienden estos signos a los demás
alumnos que además, llegan con los cachetes colorados. Es un misterio lo
que pasa y la maestra no logra evitar que se duerman sobre los
pupitres.
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Pero
si nos asomamos por la noche a las ventanas nos damos cuenta que
Circulito se levanta y comienza a rodar por el suelo, una y otra vez,
luego trata de dormir con el cuerpo apretado. Y los palitos pasan la
noche abriendo y cerrando la boca para llenarse de aire hasta que los
cachetes les duelen.
Esta
mañana Circulito usa sobre el uniforme un grueso cinturón que apenas le
deja moverse. A los palitos les impiden movimiento la cantidad de
suéteres y chamarras que llevan encima desde hace varios días. En el
patio los columpios y los juegos se llenan de polvo mientras los alumnos
se pasan el recreo sentados con la mirada en el suelo y sin decir nada.
Suena
el timbre, es tarde y Circulito trata de correr, tropieza y cae, mueve
los pies pero no logra levantarse, los palitos con tanto ropaje no
pueden ayudarlo hasta que Plim un palito pequeño se quita la ropa más
rápido que los demás y corre por las tijeras del Director. Con agilidad
corta el cinturón, los palitos libres del peso de las chamarras ayudan a
Circulito que por fin puede respirar. Se miran sudando y con la boca
abierta y los ojos llenos de preguntas mosqueadas entonces Circulito con
su redondita voz dice: -Quería ser como ustedes. A lo que responden los
palitos: -Y nosotros como tú. Tienes una forma muy bonita. - Y ustedes
son tan derechos. - Eres perfecto. - Son valientes y no tienen calor. Y
los elogios venían de un lado y de otro cuando surge de entre ellos una
risita, luego otra y otra.
Las preguntas que rondaban como moscas se fueron volando y el patio de juegos se desempolvó.
AUTOR: Ninah Basich
E-MAIL: anteus22@hotmail.com
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